¿Alguna vez alguien lo ha ofendido? ¿Acaso su cónyuge le ha sido infiel? ¿Sus hijos lo han desilusionado? ¿Alguna persona lo ha engañado en los negocios? La manera en que respondemos a las experiencias difíciles de la vida afecta en forma directa nuestro bienestar espiritual.
Mi padre murió cuando yo sólo tenía diez años de edad. Nos dejó varias propiedades y dinero. Pero algunos allegados a la familia engañaron a mi madre y nos quitaron todo lo que teníamos. En tres años estábamos viviendo en la pobreza y llenos de deudas.
Al ir creciendo, comencé a comprender lo que nos habían hecho, e insté a mi madre a vengarse, contratando a un abogado a fin de iniciar juicio y castigar a quienes tanto lo merecían. A medida que crecía mi rencor aumentaba.
Sin embargo la Biblia dice: ?No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor? (Romanos 12:39). Él es quien imparte justicia. Él quiere hacerse cargo del juicio ?tal vez ahora, pero sin duda alguna en la eternidad.
Mamá siempre citaba versículos como Romanos 12:39. Perdonó por completo a quienes nos engañaron. Aunque nos llevó 20 años pagar nuestras deudas, ella no quiso llenarse de amargura. Olvidó la injusticia que cometieron. Por lo tanto, Dios le dio libertad de espíritu y oportunidades para servirle. Años más tarde, cuando yo también perdoné a estas personas, experimenté esa misma libertad y paz en mi alma.
¿Ha sido usted herido muy profundamente? ¿Acaso se ha inundado de amargura y se niega a perdonar?
Quisiera recordarle el ejemplo de José. Lo animo a leer la historia de su vida en Génesis 37-50. Es una maravillosa porción de la Escritura. Este pasaje nos muestra muchas valiosas lecciones sobre la importancia de perdonar y olvidar.
La Biblia nos da varias razones por las que José pudo haber sido un hombre rencoroso. Sus hermanos lo odiaron y vendieron como esclavo. La esposa de su amo lo acusó falsamente de un serio crimen e hizo que lo metieran en una prisión egipcia. Un oficial de gobierno le prometió ayuda pero dejó que se pudriera en la cárcel. A pesar de todo, José no permitió que ninguna raíz de amargura se apoderara de su vida (Hebreos 12:15).
¡Cuántas vidas se malgastan por amargura y falta de perdón! La gente se derrumba física y emocionalmente porque rehusa perdonar a otros. Cuanto más tiempo vivamos con rencor, tanto mayor se hará. No podemos permitir que la amargura y el resentimiento echen anclas en nuestra alma. Acabarán por destruirnos.
La Biblia dice: ?Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros? (Colosenses 3:13).
Luego de iniciarnos en la experiencia de perdonar a alguien, el olvido es vital. Cuando nació el primer hijo de José, él lo llamó Manasés, [me hizo olvidar], ?con lo que quería dar a entender que Dios le había hecho olvidar la angustia de su juventud y la pérdida del hogar de su padre? (Génesis 41:51). José no sólo perdonó a sus hermanos sino que olvidó todo el mal que ellos habían cometido contra él.
Siga el ejemplo de José. No permita que la amargura y la culpa hagan nido en su alma. Perdone y olvide. Este es uno de los secretos del cristiano para gozar de buena salud espiritual.
Luis Palau