La Urbe

Una ciudad es una hermosa visión del progreso del hombre. Miles y miles de casas, muchas de ellas bonitas. Miles y miles de familias, todas ellas buscando y deseando la felicidad. Parques hermosos lugares de diversión sana. Las ciudades siempre dan sentido de seguridad a sus habitantes.
Sin embargo, la ciudad tiene también sus dolores y peligros. El dolor de la soledad que miles sienten profundamente, aunque estén rodeados de otros miles. El dolor de los hospitales donde incontables enfermos sufren siempre. El dolor de las cárceles que nunca faltan. Y el peligro de los ladrones y malhechores. Poca gente se conoce entre sí y esa impersonalidad brutaliza a muchos.
Las emisoras de radio lanzan violenta música contra los oídos. La televisión mantiene los ojos de la gente pegados a las pantallas. Los cines siguen pidiendo a gritos que les venga a ver y oír. Todo esto puede ser bueno o malo para niños y jóvenes. Pero todo depende…. Y luego hay lugares peores. Lugares de ?vida nocturna?, donde en las tinieblas de la noche y con las luces bajas se hacen a escondidas cosas vergonzosas.
Los estadios traen una brisa de pureza al ambiente de la ciudad. Fútbol, básquetbol, béisbol en algunas ciudades, patinaje en otras. Todo ello maravilloso. Y allá están las oficinas de gobierno. Allí se dirige la vida ciudadana y hasta la vida de la nación.

LOS HABITANTES

Dentro de todos estos edificios, fábricas, escuelas, parques, casas, y edificios de apartamentos, hay miles de personas, miles de corazones, la mayoría no son felices, se sienten solos, vacíos, muchos desesperados. Hay entre esas familias muchas que no se dirigen la palabra sino entre gritos e insultos. Otros ya fueron abandonados por sus padres. El hambre carcome a las barriadas pobres y en las mansiones de los ricos la rebeldía de los hijos marchita la alegría que el dinero no puede comprar.
La gente de la ciudad es quien despierta nuestra compasión. Queremos verla renovada, cambiada, regenerada, feliz. ¿Quién puede tener la arrogancia de creer que puede cambiarla? ¿Hay alguna oferta de esto para la ciudad? ¡Yo se que sí!
¡Alcanzar una ciudad! ¡Bendecir a una ciudad! ¿Cómo podemos hacerlo? La respuesta es: la podemos bendecir, por encima de toda otra oferta, predicando a Jesucristo y su grandioso Evangelio transformador.
¡Hay poder en la proclamación de Jesucristo! Cuando se presentan sus hechos y Su Palabra en el poder del Espíritu Santo, las ciudades sienten su poderoso impacto. Porque este Jesucristo cambia la vida de los hombres. Al cambiar sus vidas, cambian sus hogares. Al cambiar vida y hogar, Cristo sacude a toda una ciudad. Es lo que queremos para Nueva York también.
Queremos ayudar a sacudir toda la ciudad -como San Pablo- con la predicación de la Palabra de Jesucristo y la adoración de Su Nombre. Pero la obra no se hace corriendo alocada y desorganizadamente, sino que es necesario hacerlo en el Espíritu. Es necesario hacerlo en la comunión del Cuerpo de Cristo que ya existe en esta ciudad.

LA TAREA

Es enorme la tarea. Hay que estudiar a fondo la ciudad. Hay que conocerla. Hay que reconocer sus capas sociales, los sectores de ella y dónde éstas viven. Hay que estudiar, preguntar y meditar sobre qué medios se emplearán para alcanzarla. Ellos difícilmente vendrán a nosotros. Nosotros debemos ir a ellos. ¿Creemos o no creemos que Él de veras puede cambiar miles y miles de vidas? ¡Toda persona salva lo cree! ¡Yo por mi parte no lo dudo en lo mínimo! Lo he visto con mis propios ojos en cada ciudad donde hemos estado. Cambian las vidas cuando reciben a Cristo en el corazón.
Todos unidos tenemos que avanzar e invadir esta ciudad. Todos los que conocemos y obedecemos al Señor Jesús, , debemos hacerlo al unísono. Es posible sacudir la ciudad. Yo creo en el poder del Espíritu Santo, en el poder de la Palabra proclamada y en el poder de la Oración.