Amor con firmeza
por Luis Delgado Meza

“Es que le dieron demasiado amor”, comentó una señora a su amiga, refiriéndose a un niño difícil de controlar. “Si, es cierto”, contestó la otra. “Lo amaron tanto que lo echaron a perder.”
¿Será posible amar demasiado a una persona? La respuesta a esta pregunta depende de cómo uno define la palabra “amor”. Hace poco se publicó un libro titulado Mujeres que aman demasiado. Pero ¿a qué clase de amor se refiere? Muchos padres de familia confunden el hecho de “consentir” a los hijos con el hecho de amarlos con el amor que Dios manda en las Escrituras para todas las relaciones interpersonales incluyendo la relación entre cónyuges y entre padres e hijos.
El amor en la familia ha sido tema de un sinnúmero de libros, artículos, conferencias y sermones. Es una de las cosas que más se predica pero menos se practica. No nos referimos al amor romántico (por más importante que sea) ni al amor de amistad sino a aquel que transciende todo conflicto, toda circunstancia y el egoísmo arraigado en el corazón humano. Tal amor no es un sentimiento ni depende de los sentimientos, aunque bien puede estar acompañado por varios sentimientos. Ese es el amor que motivó a Dios a enviar a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz por los pecados de sus enemigos (Romanos 5:8).
Sin embargo, gran cantidad de cristianos insisten en que el creyente debe sentir algo bonito cuando practica el amor que Dios manda. Al preguntarle a un hombre qué opinaba acerca del amor, contestó: “El amor es un sentimiento que uno siente cuando siente que va a sentir algo que nunca ha sentido antes”.
Es notable que 1 Corintios 13, donde el apóstol Pablo define y describe el amor y dice lo que es, lo que no es, lo que hace y lo que no hace, no nos deja con la sensación de que el amor es un sentimiento bonito. El versículo 6 describe un amor que “no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad”. Al considerar la palabra “gozo” podríamos hablar de un sentimiento, pero como veremos no es el enfoque del contexto. El amor que no se goza de la injusticia tiene que ser firme y a veces duro. Nos impulsa a exhortar a los hermanos en la fe por su pecado y pereza en los asuntos del Señor, para su propio bien y para que sigan madurando y sean útiles en la obra del Señor.
En el hogar el amor que no se goza de la injusticia nos impulsa a disciplinar debidamente a nuestros hijos, limitándolos al camino estrecho del Señor, camino que conduce a la vida eterna y abundante. Sin embargo, no resulta fácil poner en práctica un amor con firmeza. En algunos casos el tratar a otros de esta manera se consideraría falta de amor. En la práctica muchos cristianos prefieren un amor más suave, más de conveniencia, un amor que tolera a cualquier persona, no importa su conducta, situación, actitudes o circunstancias. Así no provocaríamos conflictos ni escándalos, mantendríamos la paz y quedaríamos bien con todos.
De acuerdo a Pablo, cuando no confrontamos a una persona con su necesidad, su falta o su pecado, es falta de amor. No le hacemos un favor tolerando su mal o soportando cualquier situación. Hay mucho que se hace en el nombre del amor y es nada más que una expresión de nuestra ignorancia, egoísmo, o la soberbia que nos permite considerarnos mejores que otros (Filipenses 2:2-4). En estos casos el verdadero amor brilla por su ausencia.
Dios es amor, y el amor, más que nada, refleja el carácter de Dios: su bondad, su justicia, su fidelidad, su soberanía. Todo lo que El hace es bueno, para nuestro beneficio, y conforme a su voluntad (Gé. 1:31). Según su Palabra, el Señor ha establecido normas y límites que proveen la base para nuestro comportamiento. El se entristece cuando sus hijos se desvían de su camino, y como Padre, aplica el amor duro y firme y nos disciplina para que no suframos las consecuencias de un camino errado (Hebreos 12:5-11).
De acuerdo a 1 Corintios 13:6 el que ama se entristece ante toda injusticia, porque la injusticia manifiesta todo lo contrario al carácter de Dios y a su justicia. El versículo también indica que el amor se goza de la verdad. La palabra “verdad” se usa en vez de “justicia”, porque verdad equivale a justicia. Todo lo injusto es falso e incorrecto, y debe ser motivo de tristeza. Últimamente se han escuchado muchas voces y se han dado abundantes consejos sobre relaciones interpersonales. Algunos parecen razonables y aun dejan algún beneficio, pero si no concuerdan con la justicia de Dios, son caminos y consejos falsos que conducen a la muerte (Proverbios 14:1216:2521:2).
El amor con firmeza en la iglesia
El amor que se entristece ante la injusticia es el amor firme que también nos impele a tomar las medidas necesarias para la pronta corrección de un hermano o una situación eclesial desordenada, al margen de la disciplina que el Señor aplica. Es un aspecto del ministerio que Dios ha encomendado a toda la iglesia, no sólo a los líderes. El Señor desea que todos lo imitemos “como hijos amados. Y “andad en amor” (Efesios 5:1-2). En tal caso, el Señor nos usa como instrumentos de justicia para estimular a otros creyentes al amor y las buenas obras (Hebreos 10:24). A través de su Espíritu, su Palabra y la experiencia El nos capacita para ejercer el amor con firmeza (2 Timoteo 1:7Romanos 15:14).
Una advertencia: Siempre habrá hermanos en la fe que resistirán el ministerio del amor firme. Habrá quienes nos critiquen o calumnien por atrevernos a enfrentarlos con su mal. Habrá quienes se alejen de nosotros por no entender nuestros motivos. Habrá quienes nieguen su necesidad y sigan tercamente en su pecado. En cuanto a los primeros grupos, seguimos firmes y sin tambalear en nuestro amor por ellos. Del último grupo, tristemente el amor firme dicta que nos alejemos de ellos, dándoles la oportunidad de recapacitar y de hacer los cambios o dar los pasos que requiera su caso. Estos hermanos desviados servirán de ejemplo para otros creyentes. También habrá, gracias a Dios, quienes responderán debida y positivamente, serán restaurados, y servirán de bendición y ejemplo para todos en la congregación.
Abundan conocidos textos bíblicos que nos hablan al respecto. Pero hasta se nos hace un nudo en el estómago al contemplar lo que implican estos versículos. Consideremos algunos:
“Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece” (Proverbios 27:6). “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Proverbios 27:17). “…no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Efesios 5:11).
Cuando alguien que profesa ser cristiano no escucha a quienes, por amor, lo reprenden y amonestan, el Señor toma sus propias medidas para corregir porque El sigue amando a esa persona. Por ejemplo, la Biblia declara que el Señor amó a sus discípulos hasta el fin (Juan 13:1). Asimismo El sigue amando a todos los creyentes con el mismo amor profundo y perfecto. Y porque nos ama, nos disciplina. Consideremos lo que el apóstol Pablo escribe en el caso de algunos creyentes de Corinto que jugueteaban con la cena del Señor: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo…porque el que come y bebe indignamente…juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros muchos duermen” (1 Corintios 11:28-30). Los desordenados recibieron, según la necesidad, una disciplina cierta y severa del Señor, el único que tiene esa prerrogativa por ser todopoderoso y soberano.
Nadie ama como Dios porque somos imperfectos y egoístas. El Señor nos capacita derramando su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:5) y nos enseña a amar por su ejemplo. Es más, nos manda que hagamos lo mismo en todo lo que nos corresponda como sus hijos y siervos (2 Juan 6). Por lo tanto, aprendemos a amar tal como Dios nos manda a través de la Palabra, la experiencia y la práctica en el poder del Espíritu Santo. De igual manera, es nuestra responsabilidad como sus discípulos aprender a hacerlo.
Antes de considerar cómo podríamos amonestar a una persona, consideremos una precaución que debemos tener presente. Cuidado con alguien que se jacta diciendo: “A mí no me cuesta amonestar a otros, …hasta me encanta hacerlo, donde fuere y con quien fuere”. Estas palabras reflejan una actitud agresiva y altiva, que puede causar más daño y división que bien y unidad. No refleja la actitud de Cristo (Mateo 11:29Filipenses 2:2,5). Tal persona podría prestarse a ser un arma en las manos del enemigo, en vez de instrumento de justicia en las manos del Señor.
Seamos diligentes en imitar al Señor en todo, especialmente en la preparación espiritual para confrontar a una persona que obviamente anda mal. Para lograr positivamente la amonestación y la corrección de un hermano en la fe (Gálatas 6:1), recomiendo lo siguiente:
1) No juzgar ni imaginar lo que no es evidente.
2) No ir para desquitarse o hacer sufrir al hermano.
3) En oración, pedir la dirección y sabiduría del Señor.
4) Asumir una actitud de humildad y mansedumbre.
5) Querer restaurar al hermano.
6) Tener el fin de glorificar a Dios y hacer su voluntad.
Puesto que el objetivo del amor “duro” es la restauración de un creyente, no su destrucción, hay que atacar el problema, no a la persona. Una actitud de amor nos ayuda a que el enfoque sea en el pecado en sí. Rechazamos el pecado y mal comportamiento, mientras seguimos respetando a la persona, porque es criatura de Dios y miembro del cuerpo de Cristo. El Señor acepta y ama a sus hijos (Romanos 13:10) a pesar de las fallas de éstos. Sin embargo, porque ama continúa atacando el pecado de sus hijos al disciplinarlos, y la disciplina puede llegar a ser severa y radical.
El amor con firmeza en el hogar
El error que se comete a menudo es amar o rechazar al hijo conforme a su comportamiento. A veces un un padre bien intencionado expresa: “Si te portas mal, ya no te voy a amar”. Aun peor: “Dios no te va a amar si te portas mal”. El niño se siente rechazado junto a su mal comportamiento, o amado y aceptado solamente cuando se porta bien. Sería mejor decir: “Te amo pero no apruebo tu comportamiento, y porque te amo, te voy a disciplinar”.
Las dos citas bíblicas que siguen sirven como ejemplos de cómo es posible amar a una persona sin estar de acuerdo con su conducta.
El amor al creyente. “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). La persona es amada y recibida a pesar de sus faltas y pecados.
La desaprobación del comportamiento. “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará de muerte su alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19-20). La conducta (pecaminosa) es rechazada porque el amor “no se goza de la injusticia”.
Es imperioso mantener una actitud de amor entre los miembros de la familia. Los hijos necesitan mucho amor y afecto porque desde su nacimiento son sensibles a las actitudes -buenas o malas- de sus padres. De esa manera aprenderán que la disciplina es necesaria para su desarrollo integral, aunque por el momento no entiendan todo. Aprenderán gradualmente que la disciplina forma parte del amor y, además, aprenderán cómo es posible rechazar el mal comportamiento sin rechazar a la persona.
El reto para los padres es precisamente mantener equilibrio entre dos extremos. Me refiero, por un lado, a los padres que castigan a sus hijos en el calor de una ira descontrolada y lo llaman disciplina. Tal vez así fueron criados los padres, tal vez desean desquitarse con los hijos, o quizá no quieren molestarse con el esfuerzo que requiere la verdadera disciplina.
Por otro lado, hay padres que consienten a sus hijos en nombre del amor. Pareciera el camino fácil porque evita sentimientos de culpa y temor en los padres, que creen que los hijos nunca deben sufrir. Sobreprotegen a los hijos, supuestamente de todos los peligros y males del mundo. Como en todo caso donde falta la disciplina del Señor, no enseñan a los hijos a ser responsables. Porque éstos nunca aprenden disciplina, tiende a desarrollarse en ellos una dependencia y egoísmo que repercute por muchos años, y tal vez por toda la vida. Se les hace difícil tomar decisiones, llegan a la adolescencia preparados para enfrentar la libertad y responsabilidad que esa etapa representa. Más tarde tendremos que compadecernos de la esposa de un hijo indisciplinado, o del esposo en el caso de una hija, y a la larga todos sufrirán las consecuencias. Obviamente, ambos extremos son peligrosos, y dañan el desarrollo emocional de los hijos.
La verdadera disciplina nunca daña a nadie y siempre es buena y debida. Aunque por el momento no sea agradable, a su tiempo da fruto apacible de justicia (Hebreos 12:11). Sirve para enseñar a los niños corrección y madurez para que disfruten un futuro más estable y fructífero con un sentimiento de seguridad y bienestar. Después de todo, aun cuando sea amor con gran firmeza, el amor de los padres es una expresión que el niño percibe desde el principio.
Finalmente, podemos aprender mucho acerca de todos los aspectos del amor al contemplar tanto el carácter de Dios como la manera en que El, nuestro modelo, se relaciona con sus hijos en la tierra. Aprendemos al experimentar en nuestras vidas la disciplina del Señor, la cual es demostración de su amor “duro”, “porque ellos [nuestros padres] nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12:10 BLA). Confiamos plenamente en que nada nos puede separar del amor de Dios, porque estamos seguros en sus manos (Romanos 8:35-39Juan 10:27-29). Sin embargo, en la práctica, nos falta mucho.
¿Es posible amar demasiado? Nadie ama demasiado, ni a su hermano ni a su hijo. Al contrario, no amamos lo suficiente, y menos con un amor que se refleje firmeza. Dediquémonos a la imitación de nuestro Padre celestial en cuanto al amor, y cuando fuere necesario, amor “duro”. Traerá gozo a los hermanos y gloria a nuestro Dios.

Luis Delgado Meza ministra, junto con su esposa Marisa, con Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo en el área de los seminarios para la familia. Tienen 3 hijos y 6 nietos. Se puede hacer contacto con ellos en la siguiente dirección: lmdelgado@earthlink.netl.

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