por Andrés G Panasiuk
?¿Cómo se conjuga el verbo «tarjetear»?
?Se conjuga: Yo debo, tú debes, él debe…
El uso de las tarjetas de crédito se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza para muchas familias hispanas de nuestros días. Las deudas y tarjetas se acumulan; y juntamente con ellas, tensiones familiares y personales.
Los compromisos contraídos con tarjetas de crédito en Estados Unidos se han cuadruplicado desde el año 1986 y ahora están llegando a América Latina en abundancia con sus bendiciones y maldiciones. La deuda de los consumidores norteamericanos ha llegado a un billón de dólares. Para tener una idea de la seriedad del asunto: si colocáramos billetes de cien dólares, uno encima del otro, con un billón de dólares haríamos una columna de unos ¡cien kilómetros de alto! De acuerdo a las últimas informaciones recibidas en nuestras oficinas de Conceptos Financieros Cristianos, una familia promedio en Estados Unidos tiene alrededor de once tarjetas de crédito y una deuda de ¡más de diecinueve mil dólares!
¿Y cómo andamos los latinos? No mucho mejor que los «gringos». El crédito fácil ha sido un veneno para muchas de nuestras familias. Por un lado, porque muchos de nosotros crecimos en un pasado donde tener crédito era sólo cosa de ricos, y entonces nunca aprendimos a manejarlo. Por el otro, las oficinas de mercadeo en estos días promueven la idea de «téngalo ahora y pague después»: una filosofía de consumo peligrosa.
A pesar de los problemas que nos ha traído el aumento de las deudas entre nuestra comunidad (tanto dentro como fuera de la iglesia), es importante aclarar que la Biblia nunca estipula que el pedir prestado sea pecado. En realidad, en el libro de Deuteronomio Dios mismo establece las reglas sobre cómo pedir prestado y pagar las deudas. Sin embargo, el concepto de la deuda tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento nunca está asociado a un concepto positivo. Por ejemplo, Proverbios 22:7 dice que «…el que toma prestado es siervo del que presta» y si usted no lo cree, deje de hacer dos o tres pagos de la cuota de su automóvil y ¡verá quién es realmente el dueño!
Dios no desea que su pueblo le sirva a nadie más que a Él. Así que, antes de «tarjetear», tome en cuenta estos principios económicos para no tener jamás problemas con el uso de su crédito:
1. Nunca compre con la tarjeta algo que no esté presupuestado.
Cuando se encuentra frente a la posibilidad de una compra, considere si lo que va a comprar está dentro de su presupuesto familiar. Si no está dentro del plan económico de la familia, dé media vuelta y márchese. El único problema que este principio trae asociado es que muestra una realidad en nuestra vida como latinoamericanos: ¡primero debemos aprender a presupuestar!
Nunca desvista a un santo para vestir a otro. Si usted está comprando a crédito comida, ropa y otras necesidades básicas de su familia, es que usted ya se ha gastado ese dinero en alguna otra cosa. Pregúntese: ¿por qué no tenemos el dinero disponible?
La mayoría de las veces es porque la familia ha pasado por una crisis financiera, y en el banco no había suficiente dinero ahorrado para solventarla. Su familia debería tener, por lo menos, dos o tres meses de sueldo ahorrados en efectivo o en una cuenta bancaria a la que usted pueda acceder inmediatamente. Comience hoy mismo a ahorrar, aunque sea unos pocos pesos por mes («algo» es siempre mejor que nada).
La gente dice: «Fue una situación inesperada». Pero lo inesperado no sería tan «inesperado» si lo estuviéramos esperando. Espere las crisis económicas. Vendrán como llegan las tormentas en el mar: rápidamente y de dónde menos se espere.
La Biblia nos dice que tenemos que aprender de la hormiga y no ser perezosos: en el verano de nuestra vida debemos juntar para los inviernos (Pr. 6: 6-11). El problema es que algunos hermanos un tanto holgazanes prefieren escudarse en una interpretación mediocre de las Escrituras y dejan que el «mañana traiga su propio afán». Usted puede estar absolutamente seguro que estos hermanos «fiestasiesta» ¡se afanarán (y en gran manera) cuando les llegue el día de mañana!
2. Comprométase delante de Dios a pagar cada mes el 100% del saldo de la tarjeta de crédito.
Tome ese compromiso hoy mismo. Aunque ya tenga muchas deudas con su tarjeta de crédito, prométale al Señor que cuando llegue fin del mes usted pagará todo lo que cargó en la tarjeta durante el mes y, además, los intereses correspondientes. De esa manera, usted se asegurará de no caer en deudas cada vez mayores. En el día de hoy, con el alto interés que están cobrando las tarjetas y lo pequeño que es muchas veces el pago mínimo, si usted sólo hace ese pago no saldrá fácilmente de su compromiso. Aún más: en ciertos casos específicos, si usted hace el pago mínimo de su tarjeta, en realidad no sólo no avanzará en la reducción su deuda sino que ¡continuará hundiéndose!
3. Comprométase a no usar más su tarjeta de crédito.
Si usted hizo ese compromiso ante Dios y, de pronto, hay un mes en que no puede cumplir con su promesa, entonces aplique este tercer principio que, en realidad, es una buena forma de practicar sus habilidades como chef… Esta es una receta de cocina que me pasaron hace algún tiempo:
a. Caliente el horno a fuego moderado hasta llegar a los 170 C.
b. Prepare una bandeja para pizza y úntela con aceite o mantequilla.
c. Coloque sus tarjetas en la bandeja y la bandeja en el horno durante 15 minutos.
d. Llame a la compañía que le envía las tarjetas y dígales que no quiere que le manden ningún reemplazo.
No se sienta mal. Lo que sucede es que ciertos tipos de personalidad simplemente manejan mejor los conceptos y las ideas concretas. Esas personas (entre ellos tengo algunos muy buenos amigos) no debieran manejar un concepto abstracto como el concepto del crédito. «Tarjetear» no es para usted. Maneje dinero en efectivo.
Si en su vida financiera usted cumple estos tres simples principios económicos, nunca tendrá problemas con este tipo de deudas y desde ahora podrá comenzar a conjugar el verbo «tarjetear» de una manera totalmente diferente.
Andrés G. Panasiuk es licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, con especialización en Comunicación Interpersonal y de Grupo. Es director para América Latina de Conceptos Financieros Cristianos. Vive en Gainesville, Georgia, con su esposa Rochelle y sus dos hijas: Gabriela y Danielle.