por Esly Regina Carvalho
[Nota del editor: El número de homosexuales está creciendo de una manera alarmante en el continente latinoamericano. La autora, una psiquiatra brasileña, escribe desde la perspectiva que la homosexualidad es pecado y una abominación a los ojos divinos. Ofrece ayuda después de que el homosexual admite su pecado, lo confiesa a Dios y se arrepiente. La ayuda se presenta en forma de sugerencias en cuanto a los “frutos dignos de arrepentimiento” (Lc. 3:8), es decir cómo aconsejar y ayudar al que desee abandonar el pecado por completo y aceptar su rol como hombre o mujer, según el caso.]En este artículo queremos presentar las causas que llevan a la homosexualidad y las posibilidades de que quienes luchan con dificultades homosexuales logren un cambio.
Hace más de diez años apareció el libro de la Dra. Elizabeth Moberly Homosexuality: A New Christian Ethic (Homosexualidad: Una nueva ética cristiana), que revolucionó el pensamiento cristiano sobre la homosexualidad. Después de años de investigaciones, Moberly ofreció una nueva comprensión de las causas de la homosexualidad. Antes, especialmente por la influencia de Freud, se pensaba que el problema residía en la dificultad para relacionarse con el sexo opuesto, inconveniente que nacería en la primera infancia. Moberly desafió esta posición y afirmó que la dificultad radicaba en la relación con el mismo sexo, especialmente con el progenitor del mismo sexo.
Cuando nace un varón se enfrenta con algunas tareas emocionales significativas. Nacido del cuerpo de una mujer (su madre) tiene que “desidentificarse” con ella para identificarse con la figura masculina (su padre). Debe recibir de su padre el amor, la aceptación y la confirmación necesarios para seguir en su proceso de desarrollo psicosexual. Si por alguna razón esto no llegara a ocurrir, surgirían consecuencias graves para el niño, una de las cuales puede ser la falta de madurez emocional psicosexual que lleva a una orientación homosexual. Esta carencia de una relación positiva, íntima y satisfactoria con el padre engendra un vacío emocional y necesidades insatisfechas que la madre no puede suplir porque es un asunto de varones.
Muchas circunstancias rompen la relación entre el hijo y el padre: padres violentos que no se acercan a sus hijos con una actitud positiva; padres ausentes física y/o emocionalmente; hombres que no logran una relación físicamente afectiva con sus hijos (muchos porque nunca la tuvieron con su propio padre). Algunas niños “piensan” inconscientemente: “Si ser hombre es ser como mi padre, no quiero ser hombre…” ¿Qué les queda? El vacío de identidad o identificarse con una figura femenina.
Con las niñas puede suceder algo parecido, pero como nacen de una mujer, el proceso de identificación es más sencillo, ya que la misma madre les sirve de modelo. Quizás por esta razón haya una proporción de una lesbiana por cada cuatro homosexuales. Si la niña no hace el proceso de identificación con una madre que apruebe y confirme su feminidad, puede sobrevenir el lesbianismo.
Volvamos al ejemplo del varón. El niño va creciendo con el vacío del amor y de la aceptación que necesita de su padre. Al ingresar en la nueva etapa de la pubertad, la necesidad de amor paterno se erotiza, justo en un momento de descubrimiento y experimentación sexuales propios de esa edad. En esa situación el niño es muy vulnerable a un encuentro homosexual. Como dice un amigo mío: “El chico sale en búsqueda del amor de su padre en los brazos de otros hombres”. Si siguen los encuentros con otros hombres, el descubrimiento del sexo anónimo, o la ilusión de haber encontrado “la persona” en la compañía de otro hombre, se establece el patrón de conducta que lleva a un estilo de vida homosexual. En otras palabras, el joven busca satisfacer una necesidad emocional con la actividad sexual, por lo que la actividad sexual nunca resolverá el problema.
Sy Rogers, ex presidente de Exodus Internacional de Norteamérica, me comentaba que el 80% de quienes lo buscaban en su ministerio solicitando ayuda para abandonar la homosexualidad, tenía una historia de abuso sexual en la infancia o adolescencia. Esto no significa que todas las personas que son abusadas sexualmente serán homosexuales, sino que el abuso sexual contribuye a inhibir el desarrollo psicosexual posibilitando en algunas personas inclinaciones homosexuales.
Por lo que ya hemos dicho, podemos entender por qué las madres no pueden resolver la situación de sus hijos varones. Sucede que ellos necesitan el amor de su padre, un hombre que los ame y les confirme su sexo. Por esto de nada vale decir: “Fui madre y padre de mis hijos”. Quizás las mujeres pueden cumplir el rol de padres, pero no logran brindar a los hijos varones el amor de un hombre, que tanto necesitan.
Al considerar la estructura y la dinámica familiares de nuestra cultura, apreciamos el grave problema que enfrentamos como sociedad. Lamentablemente, la crianza y la educación religiosa de los hijos han sido delegadas a la mujer. Me acuerdo de una amigo que me comentaba sobre un conocido suyo que lloró en su presencia al admitir que su hijo era homosexual: “Hice lo que consideré era lo mejor: entregué mis hijos a mi esposa para que ella los criara”.
En líneas generales, a los hombres en nuestra cultura se les ha enseñado a ser machos, a no demostrar sus emociones ?mucho menos a otro hombre o a su propio hijo. Es hora de enseñar a los hombres a ser “machos espirituales”: firmes pero tiernos; con decisión pero con comprensión; líderes pero atentos a los deseos de la familia; además fieles a sus esposas, amorosos y con aprobación para con sus hijos. Es la manera de prevenir la homosexualidad.
Pero ¿cómo podemos ayudar a las personas que ya se encuentran en esta situación, que ya son homosexuales? Me gustaría compartir con ustedes algunas ideas provenientes de mi práctica psicoterapéutica.
Ayuda para los homosexuales
1. No creo que la homosexualidad sea biológica ni genética, ni que la gente nazca así. El movimiento político homosexual que tiene mucho que ganar económica y políticamente, quiere que creamos esta mentira. Muchos de los estudios científicos que esgrime tienen graves fallas metodológicas. Fueron realizados por investigadores homosexuales. Nadie nace homosexual, y por eso hay esperanza de revertir la situación. De hecho, muchos atestiguan haber salido de la vida homosexual. Sy Rogers manifiesta que el pronóstico de recuperación de una persona con dificultades homosexuales es mejor que el de la gente que lucha con el alcoholismo. En conclusión, para ayudar a que alguien cambie, es necesario creer que esto es posible.
2. Por cierto, la sanidad no ocurre de la noche a la mañana, aunque no dudo del poder del Señor para hacerlo. En general, lo que veo como psicóloga es que la gente debe buscar sanidad para ciertas áreas de su vida, como la relación con el padre, el vínculo con la madre, el campo de los recuerdos, en fin, las causas de las dificultades emocionales. Esto lleva tiempo.
Por otro lado, en la medida en que las heridas van sanándose, la persona tiene que aprender ciertas conductas que quizás no asumió en la edad apropiada. Por esto, en el proceso de sanidad hay dos etapas: un tiempo de tratamiento de las heridas emocionales, y un período de aprendizaje de las conductas que no fueron adquiridas a su tiempo y de los de relacionarse que deberían haberse aprendido especialmente en la adolescencia. Por ejemplo, ha de aprender el juego de coqueteo con el sexo opuesto, vestirse según su sexo, gestos apropiados, etc. Muchas veces, las personas critican a los varones que han dejado la vida homosexual y están en proceso de sanidad porque todavía se los ve afeminados. Dicen que esto comprueba su “falta de sanidad”. Sin embargo, debemos recordar que la sanidad es realmente un proceso, y el hecho de que la persona no esté conformada a un patrón cultural de masculinidad (o feminidad) no significa que no esté curándose. Para decirlo con sencillez, la sanidad requiere tiempo. Sy Rogers, que vivió casi dos años como mujer antes de conocer al Señor y dejar la vida homosexual/transexual, le respondió a una persona que le hizo tal observación: “Estoy a años luz del tiempo en que me ponía medias de seda rosada y me pintaba los labios”.
3. Rogers también habla de la importancia de obedecer a Dios una vez emprendido el proceso de sanidad. La obediencia protege de males peores, como el sida y las enfermedades venéreas, y coloca al individuo en una posición donde puede recibir sanidad. Me gusta el ejemplo del Antiguo Testamento de las seis ciudades de refugio, donde cualquiera que hubiera matado a otro sin intención podía buscar protección. El vengador de esa sangre derramada no podía tocar al asesino mientras estuviera en la ciudad de refugio. La obediencia nos pone en una “ciudad de refugio”. Si estamos obedeciendo al Señor, estaremos siempre en mejor posición para vencer al enemigo. Por otro lado, si salimos del refugio (de la obediencia), estamos proveyendo para los deseos de la carne (Ro. 13:14) y del enemigo (2 Co. 2:11).
4. Creo que se debe establecer otra diferencia importante. La Biblia no condena el impulso homosexual, pero sí condena el comportamiento homosexual (pero cuidado con las fantasías y la lujuria). Todos debemos ejercer disciplina sobre nuestra conducta.
5. Finalmente, tengamos cuidado de considerar el matrimonio como medicamento contra la homosexualidad. El matrimonio jamás cura la homosexualidad. Hay muchas mujeres que se sienten responsables del fracaso de su matrimonio porque el marido la dejó por un hombre. Todo cónyuge ha tenido una vida anterior al matrimonio. Suele suceder que en esa etapa un esposo como el de este ejemplo no haya sido honesto y no haya querido compartir con su novia su inclinación homosexual por temor a que ella lo abandonara. O quizás haya pensado sinceramente (pero sinceramente engañado) que el matrimonio iba a curar su mal. Ningún pastor o consejero cristiano debe sugerir el matrimonio como medio de sanidad. Además, hay muchos que viven una vida doble: años engañando a su pareja sin compartir su terrible secreto hasta que el sida lo descubre. El matrimonio no es señal de sanidad, aunque puede ser el resultado de un largo proceso de sanidad. Conozco a muchas personas que, después de tomar en serio su proceso de curación, llegaron a casarse, personas para las cuales el matrimonio antes era algo absolutamente imposible e impensable. Dios es fiel, y culmina lo que él empieza en la vida de sus siervos fieles. No debemos tener miedo de que las personas recuperadas se casen porque hemos visto muchos matrimonios felices, hombres y mujeres recuperados que han dado testimonio del poder de Dios y de la amistad y el apoyo de su cónyuge. Otros prefieren vivir solteros, lo cual también es un don de Dios (1 Co. 7:7). No es necesario casarse para probar que se ha alcanzado la sanidad.
Espero que este artículo sea motivo de esperanza a todo el que tenga una vida tocada directa o indirectamente por la homosexualidad. Es mi convicción y mi compromiso compartirles que los homosexuales pueden cambiar. Para Dios nada es imposible (Mr. 10:27).