¿Qué hacemos con el sufrimiento?

Tercera Parte

por el Dr. Edward T. Welch

¿Cómo ayudo a los que sufren?
La estrategia bíblica para ayudar a los que están en dolor es eclipsar el dolor. La vida parecería reducirse a sufrimiento. Es como si los que sufren no pudieran ver nada que no sea su propio dolor. Gradualmente, al tiempo que se acostumbran a fijar sus ojos en Jesús, dichas personas descubren pesos de gloria mucho más relevantes que el peso de su dolor. Estos pesos de gloria incluyen los sufrimientos de Cristo, el gozo del perdón de pecados, la satisfacción de obedecer a Cristo de pequeñas maneras en medio de grandes penurias, la presencia de Dios en nuestra vida, y la esperanza de eternidad. Para esto, aquellos que sufren deben ser sorprendidos tanto por el entrañable amor de Dios como por su gloria que todo lo trasciende; y los tales deben ser guiados a conocer a Dios de manera que no puedan sino obedecer a Dios, confiar en Él y adorarlo.
La estrategia de aconsejamiento que aquí se presenta consta de cinco declaraciones que pueden ser de ayuda al lector en su apoyo y consejo a los que sufren. Cada declaración comienza con ?Dios dice? como un modo de enfatizar que en su Palabra Dios habla claramente a los que sufren. Cada declaración es otro peso de gloria que compensa el dolor individual.

1. Dios dice: ?Expresa tu sufrimiento con palabras?.
Muchos inicialmente se sorprenden de que Dios en realidad anime a los que sufren a hablarle con toda sinceridad. Los que sufren suelen sentirse solos y aislados. A menudo creen que Dios está muy lejos de ellos. Pero Dios penetra ese aislamiento y nos insta a expresar verbalmente nuestras experiencias de dolor. No se refiere a expresarlo de cualquier manera. No se refiere a palabras amargas y sin fe. Tampoco a lamentos paganos en un mundo sin sentido. Dios nos anima a dirigirle a Él nuestras palabras.
Ése es el ejemplo entrelazado en la Escritura en libros como Salmos, Job y Lamentaciones. Dios nos anima a expresar con palabras los lamentos de nuestro corazón y a dirigirle todo a Él. Aunque resulta difícil de entender, Dios desea oír lo que hay en las profundidades de nuestro corazón. Y cuando no podemos expresarnos ante Dios, Él nos da palabras para expresar esos silencios. Los gemidos mudos se convierten en palabras.
¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma, con angustias de mi corazón cada día? (Sal.3:1-2a. Ver también 6:2,3; 10:1; 22:1; 88:3,6)

De manera que el punto de partida del aconsejamiento es estar junto a los que sufren y animarlos a hablar de sus sufrimientos –hablarle tanto al consejero como a Dios.
¿Pero qué si los aconsejados se lamentan y quejan o muestran su enojo? ¿Debemos en ese caso animarlos a poner palabras a sus silencios? Si leemos los Salmos, probablemente veremos que Dios da mucha más libertad de lo que cree la mayoría. Él nos da palabras para decir cosas que algunos considerarían casi blasfemas. Sin embargo, existe el lamento malo y el lamento bueno. El malo es el clamor de alguien que no reconoce quién es Dios. Es el llanto del corazón egoísta que dice: ?Debes satisfacer mis necesidades?, un llanto donde la preocupación máxima no es la gloria de Dios sino el alivio del sufrimiento. El lamento malo no cree en las promesas de Dios sino que gime y se enfurece contra Dios.
El lamento bueno pregunta: ?¿Por qué me has abandonado?? pues hay conocimiento de Dios. Este lamento viene de un corazón que conoce a Dios y conoce sus promesas, y que está desconcertado porque Dios parece estar lejos.
–¿Cómo explicar esto si mi Dios es el Dios fiel de Abraham, Isaac, Jacob, Israel y Moisés? –exclama la persona que sufre.
Los lamentos buenos son los clamores de fe ligados a un deseo de conocer a Dios. Son lamentos y apelaciones ante Dios, no contra Dios.
¿Qué puede hacer usted cuando estos lamentos de los que sufren son más lamentos malos y no lamentos buenos que surgen de la fe? Imite a los salmistas en los Salmos. Formule los lamentos de modo que se vayan conformando más y más a la manera en que Dios nos enseña a verbalizar los silencios de nuestro corazón.
En vista de este incentivo a hablar, ¿qué podría llegar a oír usted cuando alguien expresa con palabras angustiosos silencios? Es posible que usted oiga una compleja mezcolanza de emociones. No será una progresión lineal de emociones que pase por la negación, el enojo, el tratar de llegar a un acuerdo, la depresión y hasta la aceptación. Será como fragmentos de una hoja de vidrio que se ha hecho pedazos. Puede haber docenas de experiencias simultáneas, incluso contradictorias.
Por ejemplo, consideremos el caso de una mujer contra quien alguien ha cometido un pecado sexual. Ella puede tener miedo, estar llena de vergüenza, sentirse sucia y aturdida. La culpa casi siempre estará presente. Ella puede sentirse responsable por lo que pasó, como reza un mítico refrán: ?Las cosas malas les suceden a las personas malas?. La historia de Job debería haber cambiado nuestra opinión; pero muchos todavía creen que si les pasa algo malo con seguridad fue resultado de su propio comportamiento.
Este sentido de culpa es particularmente penoso porque, en cierto sentido, está más allá del perdón. En otras palabras, estas víctimas tienen una amarga sensación de ser responsables y culpables, pero no tienen idea de qué deben confesar (al menos en cuanto a la agresión sexual). Y aunque descubran qué cosas confesar, el sentido de culpa sigue.
¿Qué más podría encontrar usted en los silencios? Dolor, el sentirse traicionado o desvalido como un niño, ira hacia quien perpetró el hecho, pero a veces también amor y deseos de proteger al agresor. Más escondidos se hallan los sentimientos y apreciaciones que tienen que ver con la relación con Dios por parte de la víctima. Casi inevitablemente surgen preguntas sobre la soberanía de Dios.
–¿Por qué Dios no lo impidió?
–¿Por qué Dios me abandonó?
Igualmente podría haber cierto enojo contra Dios, algo que aterra a la persona. Tanto usted como la víctima probablemente estén abrumados ante la cantidad de fragmentos emocionales.
Expresar empatía es a menudo la mejor respuesta inicial. Los que sufren sienten que nadie puede entender su dolor. Por lo tanto, durante este período los consejeros no permanecen pasivos sino que activamente entran en el mundo del que sufre, tratando de entender a través de los ojos de quien está sufriendo. La pregunta constante debe ser: ?¿Qué está sintiendo esta persona?? Además, es crucial que los consejeros le expresen al aconsejado cuáles son sus propias respuestas. ¿Se siente el consejero abrumado por la complejidad del sufrimiento? Dígaselo al aconsejado. ¿Le pesa en gran manera lo que ha oído? Dígalo. ¿Siente enojo por la maldad de quien causó el sufrimiento? Expréselo. ¿Está conmovido hasta el llanto? Llore con la persona que pasa por ese dolor.
Tenga compasión por el aconsejado mientras éste sienta dolor. Anímelo a hablar si hay aspectos de su vida que no han sido expresados ante Dios. La expresión del corazón de la persona es el comienzo de un diálogo que consiste en hablarle a Dios y escucharlo.
Dado lo fragmentado de la experiencia, usted podría pensar que abordar cada fragmento bíblicamente sería un proceso interminable. Pero si para usted la cruz de Jesús es el elemento elemento central, descubrirá que puede abordar simultáneamente la totalidad de esas experiencias. Por ejemplo, la cruz proclama poder para el débil, exaltación para el humillado, vestido para el desnudo, amor para los odiados, redención para los esclavos, gracia para quienes tratan de pagar por sus pecados, perdón para los pecadores, y juicio sobre los enemigos de Dios. Dios nos sorprende con el alcance de su obra de redención y su amor para con los oprimidos y los que han sufrido como víctimas. La labor del aconsejamiento consiste en maravillar al que sufre con la verdad de quién es Dios y qué dice. Inicialmente esto significa recordar a quienes sufren que Dios no sólo permite que ellos le hablen con sinceridad, sino que además los anima a hacerlo.
Ideas prácticas
a) Póngale palabras a su dolor, ya sea verbalmente con un amigo o consejero, o por escrito en un diario personal.
b) Lea los Salmos y seleccione palabras, frases o salmos enteros que expresen la experiencia de su corazón.
c) Relate verbalmente o por escrito sus propias experiencias ante Dios, recordando que Dios está presente y que oye.
d) Las causas del sufrimiento son el pecado de otros, el pecado de Adán y la resultante maldición sobre toda la creación, o el propio pecado. Además, Satanás es el enemigo que está detrás de todo sufrimiento, mientras que Dios está por encima del sufrimiento y lo usa para un propósito. ¿De dónde proviene su sufrimiento?

2. Cuando alguien es una víctima evidente, Dios dice: ?Han pecado contra ti?.
Cuando resulta obvio que la causa del sufrimiento era el pecado de otros, Dios le habla a las víctimas. Mientras las anima que le hablen sinceramente, las ayuda a diferenciar responsabilidades. Aunque la víctima por cierto es una persona pecadora –como lo somos todos–, el énfasis inicial de Dios es demostrar que Él está a favor de la víctima y de la justicia. El amor es ?visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones? (Stg.1:27). Las víctimas, ¿podrían haber gritado en voz más alta, haberle dicho antes a un amigo, resistido más…? Tal vez, pero eso no las hace responsables por el pecado de otros. Por ejemplo, en casos de incesto durante la infancia, una mujer ha sido víctima sexual de una persona que tenía autoridad sobre ella; y Dios hace responsables a las autoridades, sean líderes de Israel (Je.23; Ez. 34), pastores, padres u otros adultos. Por otra parte, Dios declara que está contra el opresor (Ex.22:21-24).
Algunos consejeros no se animan a usar la categoría bíblica de víctimas y victimarios porque parece que se estuviera echando la culpa a otros. Quienes han sido oprimidos, con sus actitudes a menudo echan culpas, justificando así los pecados de autocompasión, amargura, espíritu vengativo, abuso de sustancias nocivas, etc. Las víctimas también se caracterizan por culpar la maldad de los perpetradores diciendo que la propia maldad es simplemente un mal que están devolviendo: ?Mi odio suicida y homicida es culpa de esa persona?. Muchas psicologías populares enfatizan tal santurronería. De manera que los consejeros hacen bien en preocuparse porque las personas podrían quedar desvalidas, indolentes y airadas. Sin embargo, las categorías de perpetrador y víctima son categorías bíblicas, y utilizarlas correctamente es parte de un razonamiento bíblico. Si evitamos estas categorías, ignoramos lo que dice Dios a las personas que están sufriendo. Echar culpas a otros es un pecado con el cual todos estamos familiarizados, pero la Biblia es equilibrada. ?Que ninguno pague a otro mal por mal? identifica a aquellos que sufren por la maldad, e impugna el culpar a otros.
Si el sufrimiento mayormente es resultado de los pecados de otros, usted descubrirá que la diferenciación responsable se hace vital. No habrá perdón si las víctimas no creen que deben perdonar, y las víctimas verán paralizado su crecimiento espiritual si existe el sentimiento escondido de que son responsables por lo ocurrido.
Ideas prácticas
a) Sepa lo que dice la Biblia sobre los hacedores de maldad. Lea Jeremías 23:1-8Ezequiel 34:1-16Lucas 17:1-2.
b) ¿Quién cree usted fue responsable por lo sucedido? ¿Qué dice Dios al respecto? ¿Cree usted lo que Dios dice?

3. Dios dice: ?Estoy contigo y te amo?.
El impacto del aconsejamiento bíblico es un movimiento hacia afuera que dirige nuestros corazones al Señor y nos lleva a amar a Dios y a los demás. Los dos temas tratados hasta aquí expresan este movimiento hacia afuera. Ahora es tiempo de ser conducidos más allá de nosotros mismos y de mirar a Cristo. Dios nos llama específicamente a ver su bondad y su amor tal como están expresados en su Hijo.
Esta atenta mirada no ocurre automáticamente. Satanás –el gran engañador– constantemente susurra que Dios no es bueno. Nada desea tanto Satanás como que apreciemos las claras bendiciones de Dios durante los tiempos buenos, pero que cuestionemos su amor en los tiempos malos. De manera De manera que si bien el aconsejamiento concentra la atención en el amor de Dios en Cristo, los consejeros en primer lugar podrían revelar la guerra espiritual que impide que escuchemos a Dios.
Note cómo Satanás en forma directa contradice lo dicho por Dios a Adán (Gn.3:1-7). Esencialmente la serpiente llama a Dios mentiroso, y da a entender que Dios se abstiene de dar a su pueblo cosas buenas. Satanás alega que Dios no es bueno, pero el evangelio de Cristo es la declaración definitiva de que Dios conmueve con su amor. Ésta es la batalla dominante que librarán muchos de los que sufren. Vez tras vez Satanás usará el sufrimiento para poner a prueba nuestra fe.
Además de Satanás, otro duro desafío es la infame pregunta ?¿Por qué a mí?? Antes de preguntar por qué, debiéramos preguntar quién. ¿Quién es el Rey de reyes que dice ser el Dios que nos ama? El que sufre pregunta: –¿Cómo puedo saber que Dios me ama cuando estoy en una situación miserable?
–Confía en mí –dice el Dios de amor y de poder; y a fin de confiar en Él debemos conocerlo.
Quizás usted pueda comenzar preguntando al que sufre si le gustaría conocer a otra persona que también está sufriendo. ¿Alguna vez se ha dado cuenta de que el sufrimiento es menor cuando estamos cerca de alguien cuyo sufrimiento es más grande que el propio? ¿Alguna vez ha conocido a personas en dolor que hayan ido a visitar un pabellón pediátrico de cáncer en un hospital, y el dolor que vieron hizo que su propio sufrimiento pareciera soportable, o hasta insignificante? Esto es lo que sucede cuando conocemos al Cordero de Dios. A pesar de lo trágico de nuestro sufrimiento, es menos monstruoso que lo sucedido al Hijo de Dios. Jesús empieza a transformar el sufrimiento en razón de su propio sufrimiento.
Se incluyen aquí una serie de pasajes que podrían resultar de ayuda:
? Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento (Is.53:10).
? [Jesús] comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del hombre padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser muerto y resucitar después de tres días (Mr.8:31).
? Convenía a [Dios] por cuya causa existen todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten que, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionara por medio de las aflicciones al autor de la salvación de ellos (He.2:10).
Pasajes más extensos para nuestra meditación incluyen Isaías 40-53 y Juan 10-20. Además, el gran sufrimiento revelado en los Salmos, halla su expresión mayor en que Jesús se hizo pecado por nosotros.
Estos pasajes pueden presentar el tema de que hay algo más profundo que nuestro sufrimiento. Para ser específicos, los sufrimientos de Cristo son más profundos que los nuestros. Dios no promete eliminar el sufrimiento, pero al hacer notar su propio sufrimiento nos recuerda que no vivimos ante un Dios insensible que está distante de sus criaturas. Sus palabras deben tener credibilidad para quienes sufren porque provienen de la familiaridad que tiene con el dolor, y tanto su comprensión como su amor son innegables. Al vislumbrar esto los aconsejados, que empezaron vacilantes, ahora pueden estar más dispuestos a oír lo que dice Dios.
Por otra parte, Dios sorprende a quienes sufren al decir: ?Tú me perteneces. Yo soy tu Dios.? El sufrimiento aísla. Quienes están afectados a menudo sienten que deben de ser parias por haber experimentado semejante trato. Se sienten avergonzados y rechazados. Las víctimas a menudo sienten como si estuvieran atrapadas detrás de gruesas e impenetrables paredes que los separan del resto del mundo. Jesús atraviesa esas paredes y asegura a quienes sufren que ellos son parte de la familia de Dios (1 Jn.3Lc.15).
Ellos son hijos que le pertenecen, y Jesús los escucha y los comprende. Él se compadece (He.4:15), es pastor del que está herido y del que cojea, y hasta lleva en sus brazos a los débiles y lastimados (Sal.23Jer.23Ez.34Jn.10). Él promete que nunca ha de abandonarnos (He.13:5) y nos asegura que nada puede separarnos de su amor (Ro.8:38,39). La promesa de Dios de estar con nosotros es la solución máxima para el sufrimiento (Ap.21:3,4).
Otra característica del amor de Dios está expresada en la infalible promesa divina de que Él reinará con justicia, y de que la injusticia y la opresión lo provocan a ira (Is.1). Él obra en favor de su pueblo y promete que al final habrá justicia contra sus enemigos (Ro.12:19).
Las preguntas ?¿por qué a mí?? y ?¿por qué Dios no lo impidió?? tal vez puedan estar rugiendo todavía. Pero cuando usted maravilla a quienes sufren con el sufrimiento de Dios y con su gracia, muchos comenzarán a oír la voz de Dios por encima de la frecuente repetición de sus propias preguntas. El peso del sufrimiento tal vez aún esté presente; pero como consejero, usted está empezando a señalar el camino a la máxima respuesta al problema del sufrimiento: ?confía en mí? es el ruego divino notable. A esta altura el que sufre comienza a ver que en Dios se puede confiar.
Ideas prácticas
a) Satanás está al acecho; su engaño consiste en hacer creer a la gente que Dios no es bueno. Lea Génesis 3. ¿Cuál es la estrategia de Satanás? ¿Ve usted esa estrategia en su vida? ¿Cómo podría combatir usted a Satanás?
b) Lea los Salmos donde Jesús habla sobre su propio sufrimiento.
c) ¿En qué aspecto de su vida usted declara: ?Tengo derecho a menos dolor y menos sufrimiento??
d) Lea Isaías 1. Note la preocupación prominente de Dios en cuanto a la justicia y su ira por la injusticia.

4. Dios dice: ?Debes saber que Yo soy Dios?.
Para solidificar este punto de atención externo, para que el sufrimiento no parezca tan agobiante, Dios nos conforta con el hecho de que el mundo no está en estado caótico. Él es el Dios soberano que reina. Ni el sufrimiento ni Satanás están por encima de Dios.
Es justamente aquí que muchas teologías del sufrimiento fracasan. Para ellas Dios es un Dios de amor compasivo, pero no pueden conjugar eso al hecho de que Dios es todopoderoso. Dicen que no puede ser ambas cosas.
La respuesta bíblica, por supuesto, es que Dios afirma las dos cosas: Él es amor, y Él es el Dios soberano sobre toda la creación. Esto no hace a Dios autor del pecado ni del sufrimiento; lo coloca por encima de ellos, haciendo que todas las cosas obren para la gloria de Dios. José indica que los planes de Dios fueron superiores que la maldad de sus hermanos (Gn.50:20). Jeremías, alguien que sufrió en forma consumada, dice: ?¿Quién puede decir que algo sucede sin que Dios lo mande? ¿Acaso no suceden de la boca del Altísimo los bienes y los males?? (Lm.3:37,38). En medio de su persecución el salmista encuentra descanso sólo en Dios, y tiene confianza: ?… de Dios es el poder, y tuya, Señor, es la misericordia…? (Sal.62:11-12).
Por último, todas las preguntas de Job fueron contestadas, o al menos consideradas insignificantes, en una conversación unilateral donde Dios esencialmente dijo: ?Debes saber que Yo soy Dios? (Job 38-41). El abrumador peso de la gloria de Dios hizo que el sufrimiento de Job pareciera menor. Cuando Job estaba languidenciendo con la pregunta ?¿por qué a mí??, y en realidad estaba preparando un tribunal terrenal para cuestionar al Altísimo, Dios sorprendió a Job con un tribunal donde Él mismo fue el fiscal. ?¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? ¡Responda a esto el que disputa con Dios!? Dios reveló su gloria a Job; y al ver la gloria de Dios, Job vio que había realidades espirituales más profundas que su propio sufrimiento. En realidad, el peso de esta gloria era tan grande que Job quedó totalmente humillado y en silencio. Se arrepintió de justificarse y de acusar a Dios. Por cierto que sus problemas eran leves y temporarios a la luz del revelado poder de Dios.
Ideas prácticas
a) Los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros. Él nos anima con la verdad de que Él es mayor que el sufrimiento. Dios está en el sufrimiento pero sin ser autor del sufrimiento. Lea Job 38-41 hasta que pueda hallar consuelo de que el mundo no está en caos.
b) Lea los encuentros tribunalicios de Ezequiel 1, Isaías 6 y Apocalipsis 4. ¿Qué respondieron los testigos? ¿Por qué?
c) Practique –quizás diez minutos por día– la disciplina espiritual de acallar las preguntas de su mente y de escuchar lo que dice Dios.
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5. Dios dice: ?Hay un propósito en el sufrimiento?.
El escritor Jay Adams resume de este modo la manera bíblica de enfrentar los problemas: ?Dios está en el sufrimiento. Dios tiene algo en mente, y lo que tiene en mente es bueno?. En vista de que Dios es el Dios del evangelio de la gracia y el Rey de toda la creación, en el sufrimiento Dios tiene propósitos para su reino, y dichos propósitos son buenos.
El problema para muchos es que ?bueno? puede no significar que habrá un final inmediato al sufrimiento. Antes bien, lo bueno es que el sufrimiento será usado por Dios para conformarnos a la imagen de Jesús y, como resultado, dará gloria al Padre. Nos conformamos con muy poco. No queremos más que el alivio inmediato al sufrimiento, pero Dios desea darnos mucho más. Él quiere darnos cosas que durarán toda la eternidad, una renovada obediencia a su palabra (Sal.119:67,71), santidad que nos llevará a la justicia y a la paz (He.12:10,11), perseverancia, entereza de carácter y esperanza (Ro.5:3-5), y un conocimiento de la presencia de Dios en nuestra vida a través del Espíritu Santo (Jn.14-16).
En este momento es cuando cito a los aconsejados el familiar pasaje de Romanos 8:28, ?Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a sus propósitos son llamados.? El v. 29, que es menos familiar, nos dice en qué consiste lo ?bueno? o el ?bien?. ?A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo?. Ésta es la manera más grandiosa en que Dios puede mostrarnos su amor.
A medida que usted se dirija con el aconsejado hacia un entendimiento más profundo de los propósitos de Dios, es prudente mantenerse alerta con los adversarios: el mundo, la carne y el diablo. El mundo continuamente afirma que éste es el único hogar que tenemos y que merecemos ser libres del dolor mientras estamos aquí. La carne se deleita en ser autónoma y se resiste a sujetarse a la voluntad de Dios. Y refiriéndose a nuestras circunstancias, el diablo constantemente declara que ellas son evidencia de que Dios no es realmente bueno, y de que Dios no es amor. Con tales adversarios resulta evidente que no se puede librar la batalla sin las oraciones del pueblo de Dios.
El sufrimiento deja al corazón en descubierto. Una de las maneras en que Dios pone en detrimento a estos enemigos es utilizando el sufrimiento para poner al descubierto nuestro corazón. El sufrimiento es una presión que puede agobiarnos, revelando ya sea fe, o bien falta de fe y pecado, cosas que anteriormente habían estado escondidas. Las dificultades ponen a prueba nuestra fe (Stg.1:2). Como dijo Lutero: ?La lealtad del soldado se comprueba durante la batalla?. Dios usa el sufrimiento ?para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos? (De.8:2). Esto no significa que la causa del sufrimiento es siempre el pecado de la persona. Los consejeros de Job se equivocaron, porque Dios usa el sufrimiento para revelar a aquellos que ama y para purificarlos.
Tal vez usted haya oído a cristianos que refiriéndose al sufrimiento afirmaron: –Fue justo lo que necesitaba.
Se refieren a cómo en el sufrimiento a menudo se revela pecado. Se necesitó el sufrimiento para enseñar dependencia de Dios y no de uno mismo. Nadie siente gratitud por graves enfermedades, por un cónyuge no comprometido con el matrimonio o por una tragedia, pero muchos aprendieron a estar agradecidos y aun gozosos por el entrenamiento espiritual a que inducen estas circunstancias. Si nuestra carne pecaminosa no queda continuamente al descubierto, en forma gradual nos vamos convenciendo de que no hay ningún problema en nosotros. El alarmante peligro de esta manera de pensar es que el evangelio de Cristo se convierte en poco más que un obsequio bonito de parte de Dios a quienes parecen tener el visto bueno divino. Ya no se considera lo que en realidad es: el evangelio de gracia para mendigos desesperados.
Para formularlo como el libro de Job, el sufrimiento nos coloca en una encrucijada espiritual. Cuando se eliminan todos los ornatos agradables de la vida, ¿seguiremos adorando a Dios? Durante los tiempos buenos, la respuesta parece fácil: –Por supuesto que confiaré en Dios.
Pero el sufrimiento deja al descubierto la incredulidad y la egolatría de nuestro corazón. Puede revelar que nuestra aparente obediencia tal vez sólo sea una feliz coincidencia que tiene lugar cuando nuestros deseos parecen coincidir con la ley de Dios. Dios usa el sufrimiento para que sepamos si al adorar a Dios lo hacemos por amor a Él o porque nos conviene.
El apóstol Pablo lo dijo de esta manera: El sufrimiento nos obliga a responder a la pregunta de en quién vamos a confiar. Su respuesta fue: ?Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos? (2 Co.1:9). Pablo sintió más pasión por conformarse a Cristo por la fe que por el alivio inmediato de su sufrimiento.
Por lo tanto, uno de los propósitos del sufrimiento es producir arrepentimiento, fe y obediencia. Estas actitudes agradan a Dios y producen la bendición de la paz. Además revelan más pesos de gloria que desequilibran la balanza como para que el sufrimiento no pese tanto.
El pecado no es lo único que queda desenmascarado con el sufrimiento. Éste también puede dejar al descubierto corazones llenos de fe. Muchos cristianos a quienes ha sorprendido el dolor descubren que inmediatamente van a la Palabra de Dios para el consuelo, y elevan oraciones de lamentación y alabanza emulando a los salmistas. En tales casos seguimos llorando con los que sufren, pero a la vez podemos regocijarnos en que los tales visiblemente dan testimonio –a ellos mismos, a la iglesia y al mundo– de que son hijos de Dios.
El sufrimiento revela eternidad. Al tiempo que el sufrimiento muestra lo que hay en nuestro corazón, también nos ayuda a ver la eternidad y produce esperanza. Es en este punto que 2 Corintios 4:16-18 resulta admirable.
Pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

El peso de gloria eterna excede en gran manera a nuestro dolor temporario. O como dijo la Madre Teresa: ?Desde el cielo, la más miserable vida en la tierra vida en la tierra parecerá como una noche adversa en un motel incómodo?.
El ánimo a tener esperanza durante el sufrimiento es un tema prominente en la Escritura. Para el apóstol Pablo la esperanza de eternidad era más intensa que su dolor: ?… nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios? (Ro.5:2). Sin embargo, el problema es que somos una generación encerrada en el presente. No obstante, es aquí que el sufrimiento puede realizar su mejor tarea. El sufrimiento nos recuerda que el mundo no cumple sus promesas. Nos recuerda que no hay nada en este mundo que no esté manchado por el pecado y la maldición.
La esperanza es el maravilloso final del sufrimiento.
¿Cómo llega la esperanza a alguien que está en dolor? Usted puede comenzar leyendo pasajes bíblicos sobre la esperanza. Maravíllese de cómo los apóstoles Pablo (Ro.5:3) y Jacobo (Stg.1:2) hasta se regocijan en su sufrimiento en razón de la esperanza que tienen. Luego note la distancia entre la esperanza presente del que sufre y la esperanza de Pablo y Jacobo. Reflexione en que esas distancias no se pueden unir a no ser por la oración, la meditación y la práctica de la disciplina de la esperanza. Recuérdeles a los aconsejados que la esperanza no aparecerá en una semana pero que con aliento y práctica persistentes, la esperanza se hará cada vez más una realidad.
En muchos de los Salmos parece haber un tierno recordatorio a esperar en el Señor, y repentinamente el salmista irrumpe en alabanza. Los Salmos fueron escritos por personas expertas en esperanza. En realidad, la esperanza es una habilidad adquirida. No es una experiencia que llega así como así. Es una disciplina que, si va a prosperar, demanda vigor y el constante estímulo de la Escritura y del pueblo de Dios (Ro.15:4).
Hay también otro propósito. En el caso de Job, uno de los objetivos del sufrimiento fue silenciar a Satanás, quien como enemigo y como causa prominente del sufrimiento y del mal, aún tiene como meta acusarnos y persuadirnos a desobedecer al Dios Altísimo. El privilegio del pueblo de Dios es confiar en Dios y obedecerlo hasta en el sufrimiento, para perjuicio de Satanás.
Las balanzas se están inclinando en forma desproporcionada. El sufrimiento sigue existiendo, y el dolor puede ser grande; pero los pesos de gloria en nuestro corazón están llegando hasta lugares más profundos que a donde llega el dolor (Figura 1) [AQUÍ INSERTAR [FIGURA 2.] Dolor
Propósito de Dios
Compasión de Dios
Perdón de Dios
Gloria de Dios
[INSERTAR LÍNEA OBLICUA, ASCENDIENTE DE IZQUIERDA A DERECHA] [INSERTAR TRIÁNGULO NEGRO.] [TÍTULO] Dios inclina la balanza de nuestro sufrimiento.

Ideas prácticas
a) Considere la vida de José. ¿De qué manera ve usted el amoroso propósito divino? Note especialmente Génesis 50:20.
b) Considere la vida de Noemí en el libro de Rut. ¿De qué manera ve el amoroso propósito divino?
c) El camino de la vida cristiana se resume en una variedad de formas.
?El propósito principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él eternamente.? (Catequismo de Westminster)
?Sed santos porque yo soy santo?.
?Sed imitadores de Cristo?.
¿De qué maneras esto puede indicar que en su dolor hay propósitos de gran envergadura?
d) Lea una biografía sobre el sufrimiento, por ejemplo Un paso más, por Joni Eareckson, Portales de esplendor, por Elizabeth Elliot.
e) Establezca pautas para leer la Biblia como una oración. Considere la posibilidad de comenzar con pasajes sobre la esperanza.
f) Lea Hebreos 10:37-12:12. ¿Cómo lo alientan estas breves biografías? ¿Cómo afectaría esta esperanza su propia vida? ¿Qué preguntas surgen al leer este pasaje?

No con el corazón destrozado ni como estoicos, sino siendo siervos de Dios que sufren y responden a su gracia.
¿Quiénes somos, entonces? ¿Cuál es nuestra identidad?
Por ejemplo, la gente que ha sufrido en manos de otros a veces siente que con seguridad les espera una vida como víctimas. Esto es lo que son, y lo más que pueden hacer es protegerse del dolor. Sin embargo, Dios reorienta a los que sufren. Él revela que la gracia recibida no se puede comparar con el dolor que están experimentando. O piense en las personas enojadas porque no creen merecer el dolor. Habiendo recibido misericordia y gracia, estas personas de pronto se sienten humilladas por el sorprendente precio de la iniciativa de amor hacia ellos. Habiendo sido víctimas reactivas, se convierten en personas amantes que responden a Dios. El fundamento de la vida del cristiano es la gracia de Dios, no la libertad del dolor. Éramos enemigos de Dios, estábamos desnudos y ciegos, Él tomó la iniciativa de venir a nosotros. ?Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros? (Ro.5:8).
Quizás la expresión ?responder a la gracia? grafica nuestra nueva identidad. Dios es el incansable iniciador de la gracia libertadora; por fe nosotros respondemos a su gracia. Respondemos Respondemos a Dios, somos como Aquel que nos liberó, y nos convertimos en siervos suyos. Esto no erradica el sufrimiento. En la vida terrenal el sufrimiento permanecerá, pero no estamos definidos ni controlados por él. Somos siervos sufrientes que responden a Dios.
Aquí hay un consejo singular para los que sufren: caminamos por un sendero que nos insta a mirar hacia afuera, hacia Dios. ?Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios? (He.12:2). Esto por cierto no significa que ignoramos el sufrimiento, sino que el peso de la gloria de Dios hace que nuestras preguntas comiencen a cambiar. La pregunta ?¿por qué Dios no lo impidió?? se hace menos urgente y comenzamos a preguntar: ?¿Cómo puedo responder a lo que Dios ha hecho por mí? ¿Cómo puedo responder amando a Dios y a los demás?? Las preguntas de los que sufren son entonces las de todos los cristianos: ?¿Cómo puedo poner en práctica los dos grandes mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo como a mí mismo??
Cristianos que responden a Dios y aman a otros. Para aquellos que han sido víctimas de alguien, éste es el momento de hablar sobre perdonar al perpetrador. ?No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal? (Ro.12:21). Debemos perdonar a otros así como fuimos perdonados. Como Dios nos ha tratado ?injustamente?, es decir, como nos ha amado cuando no lo merecíamos, así debemos amar a nuestros enemigos.
A veces este amor significará confrontar a la otra parte, ya sea por carta o en persona. A veces significará orar por el agresor y no perder la esperanza de que haya una completa reconciliación. A veces significará ministrar gracia y verdad a quienes están pasando por el mismo dolor. El amor de Dios puede inspirar muchas ideas creativas.
Cristianos que responden a Dios y lo aman. En la última cena Jesús les dijo a los discípulos que pronto ellos experimentarían un profundo dolor; pero que poco después del dolor habría un gozo que nadie les podría quitar, ni siquiera durante las tremendas persecuciones que iban a sufrir (Jn.16:20-22).
El más grande gozo del cristiano es Dios mismo y el hecho de que nada nos puede separar de Él. Hay gran dolor por la pérdida de un amigo o un ser querido. Incluso podría haber enojo pues la muerte es un intruso que no fue parte original de la creación de Dios. Pero al mismo tiempo hay gozo. Gozo de saber que que murió ha llegado a casa. Gozo al saber que en la resurrección de Jesús la muerte misma –el peor enemigo, la causa más profunda de sufrimiento–ha sido ?sorbida? con victoria (1 Co.15:55).
Por cierto que hay realidades con más peso que nuestro dolor. El comprensivo amor de Jesús quien se hizo hombre, el perdón de pecados, el conocimiento de que Dios tiene un propósito; éstos son pesos de gloria que cambian nuestro sufrimiento. Pero el más grande de todos los pesos de gloria es Dios mismo. Conocerlo como el verdadero Dios que debe ser adorado y glorificado es el más grande peso de gloria de cualquier persona que sufre. No acaba con nuestro dolor, pero significa que ni exaltamos nuestro dolor ni lo ignoramos. Exaltamos a Dios en medio del dolor.
Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Ro.8:18).

Traducido por Leticia Calçada

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