por Cristian Franco
?Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre?. (Deut. 4.40)
Como alguien que ama a Jesucristo y que vive convencido de que el único camino seguro hacia la transformación del ser humano es un encuentro personal con Él, consume mi atención la necesidad de repensar continuamente la mejor manera de compartir Su amor con todos.
Desde pequeño he disfrutado la bendición de aprender la Palabra de Dios y conocer hermanos cuyas vidas me han impactado. En mi artículo anterior, titulado ?¡Sus pisadas!?, hice referencia a las virtudes que destaco en aquellos y aquellas que me han mostrado el camino a seguir, no sólo con palabras sino también con hechos.
Pero una virtud que no traté en detalle es el éxito que todos ellos experimentaron en sus vidas y ministerios. ¡Han sido personas exitosas!
Hoy en día abunda la denominada literatura de éxito. Materiales educativos y de inspiración cuyo propósito es proveer consejos, herramientas e ideas para desarrollar ministerios efectivos. Más allá de su utilidad o la importancia que deberíamos asignarles en nuestro desarrollo personal, su proliferación es un claro signo de nuestra época.
Por favor, no me malinterprete: creo en la continua capacitación y la búsqueda de excelencia en todo lo que somos, decimos, pensamos, decidimos y hacemos.
Pero el asunto es reflexionar con espíritu crítico (1 Tes. 5.21; Hch. 17.11). Tener convicciones personales. Elegir cuáles serán los principios y valores que inspirarán nuestra vida y qué parámetros tomaremos en cuenta a la hora de edificar un cristianismo conforme a la voluntad de Dios. ¡Un cristianismo con Jesucristo como piedra angular y único arquitecto!
Uno de los mayores impedimentos en el desarrollo de la misión de la iglesia cristiana tiene su raíz en una mala interpretación de lo que significa el éxito en el ministerio. Y eso trae aparejado una serie de consecuencias que se manifiesta en la manera en que predicamos, evangelizamos y servimos a nuestra comunidad.
¿Qué significa, entonces, tener éxito en el ministerio? Permítame compartirle cinco elementos que he aprendido a lo largo de los años.
Éxito es levantar a Jesús
?Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo?. (1 Cor. 15.10)
Es un tema recurrente en este espacio, pero no puedo dejar de mencionarlo cada vez que reflexiono acerca de la vocación ministerial. Me apena (en el sentido de tristeza pero también de vergüenza) la manera en que algunos hermanos promueven su servicio o sus logros ministeriales.
El Señor es quien conoce las motivaciones y las intenciones del corazón, por lo que no gastaré tiempo intentando dilucidar por qué se conducen de la manera en que lo hacen. Simplemente escribo acerca de lo que veo: los métodos de promoción que se utilizan y lo que genera en quienes todavía no conocen a Jesucristo como Señor y Salvador.
El éxito es mostrar a Jesucristo en cada mensaje, sonrisa, mirada, palabra y acción. Es pararnos a un costado y admitir que si no fuera por la gracia de Dios, no podríamos ni siquiera respirar. ¡Es darle el lugar que le corresponde al dueño de la Iglesia!
Éxito es decir la verdad
?Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros?. (Ef. 4.25)
Tal vez alguien pueda pensar que estaría de más señalar este elemento. Sin embargo, lo menciono porque la falta de autenticidad en el ministerio se ha tornado una práctica habitual.
¿Cuál es el objetivo de reportar un número irreal de miembros de una iglesia? ¿A qué responde la decisión de abultar las cifras de asistencia a un evento? ¿Por qué decir que ocurrieron cosas que no pasaron en realidad?
La vorágine que se vive hoy en día, propiciada en gran manera por las leyes del mercado, pueden hacerle creer a una iglesia, un ministerio o un hermano particular que la manera de crecer en importancia y recibir mayores aportes económicos se halla en el engaño.
¡Todo lo contrario! Somos exitosos cuando decimos la verdad y no confundimos nuestros logros con nuestros deseos. ¡Obremos para alcanzar grandes objetivos! Pero en el camino, acostumbrémonos a decir la verdad. ¿Acaso habrá otra manera de disfrutar la genuina bendición de Dios?
Éxito es sembrar el Evangelio
?Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con y mucho temor y temblor?. (1 Cor. 2.1-3)
El ministerio que desarrollamos debe estar saturado de Buenas Nuevas. Nuestro distintivo es el Evangelio: Dios encarnado en Jesucristo. Su abajamiento (Filipenses 2.1-11) para llegar a ser Señor y Salvador del mundo es nuestra bandera. Una iglesia sin Evangelio es un barco sin timón, un cuerpo sin vida, un vehículo sin motor, un mero club social.
El querido y recordado pastor Bruno Radi ? que desde el año 2005 goza en la presencia del Señor ? era una de las personas más activas en la evangelización y la plantación de iglesias que tuve la dicha de conocer. ¡Su pasión era incomparable! Luego de unos minutos de dialogar con él, uno quería salir y conquistar el mundo con el amor de Jesús.
Cada vez que enseñaba la Palabra, el brillo en sus ojos y el entusiasmo en su mensaje conmovían a su audiencia. Solía expresar así uno de sus principios fundamentales de acción: -?El éxito es sembrar el Evangelio, hablar de Jesús. La conversión y la transformación de las vidas es obra exclusiva del Espíritu Santo en respuesta a la decisión de las personas. ¡Nosotros seremos exitosos por el hecho de haber predicado a Cristo!?
Éxito es vivir un proceso
?Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo?. (Fil. 1.6)
En una época signada por la instantaneidad, podríamos llegar a creer en la inmediatez de los resultados. Como si fuera posible lograr en poco tiempo y sin demasiado esfuerzo lo que habitualmente demanda años y sacrificio.
En este sentido, una costumbre que veo entre muchos jóvenes siervos del Señor es pretender (aparentar) ser lo que todavía no son. Quizás animados por cierta dosis natural de ansiedad o por la presión de sus pares en el ministerio, desarrollan una estrategia de acción que suele privilegiar la imagen antes que el contenido. Por ejemplo, predican en una iglesia de cierta ciudad y luego reportan que han conmovido un país entero. ¡Y esta práctica no es patrimonio exclusivo de la juventud! Lamentablemente también sucede entre quienes llevan varios años al servicio del Señor.
Además de esta realidad, conozco hermanos en distintos países que sienten frustración porque no logran tener lo que otros tienen. Hermanos y hermanas en Jesús que se consideran fracasados porque no alcanzan los dones, el reconocimiento y la notoriedad que otros parecieran tener.
Es importante aclarar dos aspectos. El primero tiene que ver con que mucho de lo que se suele decir e informar está ?inflado?, o sea: no se corresponde con la realidad. Pero el segundo está relacionado con el corazón. ¿La frustración es resultado de sentirse avergonzado por no servir al Señor como corresponde o porque se envidia la manera en que Dios utiliza a los demás?
Por otro lado están aquellas personas que frustran a los jóvenes señalando que no tienen tal o cual llamado para servir al Señor, y esto basándose únicamente en su percepción. ¡Como si fueran capaces de mirar el corazón y conocer el plan de Dios para esa vida! ¡Como si supieran lo que ese hermano o esa hermana están experimentando!
Definir que alguien es exitoso o que está llamado al ministerio en base a su imagen personal, su carisma, sus dones, talentos y logros no es bíblico. Quien piensa así seguramente hubiera echado a varios de los apóstoles de Jesús, personas que vivieron un continuo proceso de transformación: de pescadores de peces a pescadores de hombres, de cobardes a valientes, de maleducados a hombres de integridad, de caracteres explosivos a la mansedumbre, de resultados escasos a la transformación de un imperio.
El éxito es un proceso que se inicia cuando conocemos a Cristo, crece cada día al responder Su llamado y concluirá cuando tengamos la enorme dicha de ver el rostro de nuestro Señor y Salvador. ¡Vivamos conscientes de esta realidad y nunca mediremos nuestro éxito conforme a lo que digan o hagan los demás!
Éxito es hacer la voluntad de Dios
?Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción?. (Hch. 13.36)
No encuentro mejores palabras para definir esta realidad que aquellas escritas por el querido pastor Norberto Saracco en uno de sus artículos de reflexión pastoral:
?La iglesia en América Latina necesita poner en el centro de su agenda la extensión del reino de Dios. El crecimiento de la iglesia, que todos deseamos y por lo que oramos, debería ser la consecuencia de la extensión del reino de Dios y no el resultado de técnicas efectivas pero vacías de la gracia y el poder de Dios. Necesitamos una revalorización de los ministerios acorde a su compromiso con la extensión del reino.
?A partir de este hecho el ministerio verdaderamente exitoso será el de aquellos que al final de cada día y de su carrera puedan decir con Jesús: ?Padre, yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste? (Juan 17.4). A veces esto significará ministrar a multitudes, y otras hacerlo casi en soledad. A veces veremos la conversión de miles, y en otras, al igual que le pasó a Jesús, deberemos alejarnos del pueblo sin que haya ocurrido un solo milagro.
?Sobre la base de un ministerio dedicado a la extensión del reino de Dios y dependiente de la gracia y unción del Espíritu entran a valer otras consideraciones, tales como las habilidades naturales y destrezas adquiridas. Estas últimas jamás deben ser confundidas con las primeras. Así podremos valorar en su justa medida tanto el ministerio de aquél que pastorea a un puñado de personas como del que lo hace con miles?.*
No busquemos más definiciones. ¡Éxito es hacer la voluntad de Dios para nuestras vidas!
Una iglesia exitosa
Cada día sueño con la utopía de ver al mundo transformado por Jesucristo. Sólo será posible si todos los cristianos ? sin distinción denominacional ? nos proponemos como objetivo número uno hacer conocido el Evangelio, de modo que cada persona tenga la posibilidad de rendirse ante Jesús como Señor y Salvador y así permitirle que transforme su vida, su familia y su sociedad. Debemos hacerlo por todos los medios posibles, con palabras y acciones concretas, sin dejar de ejercer nuestro rol profético en el sitio en donde el Señor nos ha colocado como heraldos de Él. ¡Todos nuestros recursos deberían enfocarse en eso!
El éxito de un cristiano, entonces, no se debe medir por los aplausos, el reconocimiento, las multitudes convocadas, la prosperidad económica o la capacidad intelectual. Son efectos colaterales cuya importancia logra apreciarse correctamente cuando consideramos nuestra vida desde la perspectiva del éxito tal y como está definido en la Palabra de Dios.
Concluyo con las palabras de una de mis canciones favoritas escrita por el querido pastor Marcos Vidal, titulada ?El Verbo se hizo carne?:
Se acometen grandes empresas
En el Nombre de Jesús,
Nuevos héroes cristianos,
En olor de multitud,
Todo está bien calculado,
Calidad profesional,
Cuanto más alto lleguemos
Más podremos conquistar,
Y qué noble sentimiento,
Pero qué contradicción,
Que sirviendo al Maestro,
Nos traicione el corazón,
Y caigamos en la trampa
De la torre de Babel,
Que nadando en la abundancia
Olvidemos nuestra fe:
CORO:
Que el Verbo se hizo carne,
Descendió de la luz,
Su camino fue hacia abajo,
Y entregó su juventud,
¿Y cuántos resistiremos
la mirada de Jesús?
Dibujada en el recuerdo de una cruz…
Nos seducen más las luces
Y el impacto emocional,
La respuesta de las masas
Y el carisma personal,
Que lo puro y verdadero,
Escondido en un rincón,
Nos deslumbra más la fama
Que el calor del corazón;
Yo prefiero estar más cerca
De la cruel necesidad,
Y llorar con los que lloran,
Y ofrecerles la verdad,
Y aprender a ser cristiano,
A la lumbre de mi hogar,
Y tener algún amigo
Que me ayude a recordar…**
Juntos por los senderos del pensamiento y la espiritualidad, le saluda fraternalmente su amigo y hermano,
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* Tomado del artículo titulado ?Pastoral Latinoamericana: desafíos y tentaciones?.
** Marcos Vidal ? Álbum: ?Cara a cara? © 1996 Nuva Music.