Ministrando a matrimonios
PUENTES DE AMOR
Por Fernando Campillo
(Nota del editor: Durante los próximos ocho números de AP se presentará una serie de artículos para dar visión y formación práctica a pastores y líderes acerca del ministerio a matrimonios a través de la dinámica de grupos de matrimonios. Este material ha sido adaptado de los Seminarios intensivos sobre dirección de grupos de matrimonios que son solicitados a la Misión Cristiana Ministerios Creativos, de España. Próximamente será publicado por Recursos Ediciones. Queda prohibida toda reproducción sin el permiso escrito del autor y los editores. Este seminario se complementa con ejercicios prácticos utilizando el libro: Tu y yo. como cuidar la relaciones en el matrimonio, de Fernando Campillo, editado por Recursos Ediciones.)
MATRIMONIOS FUERTES PARA IGLESIAS FUERTES.
(Objetivo pedagógico: Mostrar la importancia del trabajo con matrimonios en la iglesia como un medio de ministerio clave para fortalecer a la misma iglesia.)
Hace algunos años leí una extraña noticia en el periódico: un hombre encontró un cadáver en su desván. Hacía 24 años que vivía en aquella casa, llevando una vida normal como la inmensa mayoría de sus vecinos y, sin embargo, nunca se percató que tenía un cadáver en su propio hogar. Esta ilustración sacada de la vida real la podemos extrapolar fácilmente a nuestras iglesias. La mayoría de ellas están comprometidas en llevar una vida normal: enseñanza basada en la Palabra de Dios, campañas evangelísticas, departamentos ministeriales, escuela dominical, reuniones de damas, maratones de alabanza, jornadas misioneras, sanidades y un sinfín de reuniones, proyectos, alegrías y frustraciones. Y, sin embargo, a pesar de tanta energía y pasión desarrolladas honestamente, podemos fácilmente albergar un cadáver debajo de nuestro techo eclesial. Me refiero al matrimonio. No se asuste. Ahora me explico.
Soy de los que están convencidos que los matrimonios son la clave en la dinámica de una iglesia local. Si los matrimonios son ?cadáveres espirituales?, es decir, miembros de una congregación que están pero no son, que están en cuerpo presente pero en ?alma ausente?, el conjunto de la comunidad puede aparentar normalidad pero en realidad hay muerte en el interior. Todo va rodado, toda la estructura funciona, cada cual hace su parte en la iglesia, pero si la esencia de las relaciones humanas que es el matrimonio, diseño original y único de Dios, no funciona como debiera, entonces está fracasando la mayor parte del proyecto de Dios mismo: la presencia activa y sazonadora de la Iglesia en nuestro mundo.
Los pastores y líderes estamos buscando métodos y medios para que las iglesias sean firmes y fuertes, para que crezcan sanas y vigorosas, pero estamos descuidando la clave: el matrimonio.
Es cierto que cada vez hay más literatura sobre el tema, pero no es suficiente la lectura. Tengo un buen amigo, pastor y entregado siervo de Dios, con un serio problema en su matrimonio, que ha leído un montón de buenos libros buscando orientación, pero su esposa no quiere participar de lo mismo, y de poco le sirve a él tanta lectura si no puede ser compartida. Ni siquiera es suficiente asistir a cuantas conferencias o retiros se organicen para parejas. Yo mismo, doy conferencias para matrimonios, y he visto cómo la gracia de Dios toca los corazones de forma auténticamente milagrosa, pero ¿sabe? Me he encontrado con muchas parejas que se han acostumbrado a asistir a conferencias sólo para recargar baterías o tener un tiempo de distracción, sin querer entrar en el fondo de sus relaciones.
Se hace necesario un trabajo regular, permanente y en profundidad. Por esta razón, le propongo que a partir de hoy empiece a orar por la puesta en marcha de un ministerio para matrimonios en su iglesia.
El propósito de esta serie es dar visión y herramientas prácticas sobre cómo trabajar con matrimonios en la iglesia. Confío en el Señor en que así ocurra en su caso. Para ello preciso su colaboración no haciendo de este artículo una lectura más sino una manera palpable de iniciar o fortalecer tan bendecido ministerio. Allá donde se le solicite reflexión, tareas o puesta en práctica, hágalo como si estuviera presente en uno de nuestros seminarios intensivos.
Tenga papel y lápiz a mano. Aplíquelo según su cultura o contexto denominacional. Sea creativo en buscar respuestas sobre cómo ayudar mejor a los matrimonios de su iglesia. Personalmente, quedo a su disposición.
1. LA IGLESIA, UNA EXTENSION DEL HOGAR
La Iglesia, como Cuerpo de Cristo, está formada por individuos. Personas de todas las razas, edades, condiciones y ambos sexos configuran el mayor colectivo plural de la historia de la humanidad. La integran personas con nombre y apellidos que han descubierto en Jesús la opción de la vida eterna y han recibido la Palabra de Dios como guía de sus vidas aquí en tierra. No hay duda. Formar parte de la Iglesia no es el privilegio de una herencia familiar o tradicional. Uno forma parte de la Iglesia por decisión propia, no porque tu esposo o esposa o padres ya estén. Se dice que Dios tiene hijos, pero no tiene nietos.
La Iglesia es la congregación de todos los santos. Dibuje un círculo y muchas flechas que apunten hacia dentro. Eso nos da una pequeña ilustración de que nos integramos como individuos a la Esposa del Cordero de una manera individual e intransferible. Sin embargo, la iglesia local, forma palpable y visible de la Iglesia universal y atemporal, no sólo está formada por individuos. Allí nos juntamos matrimonios, familias completas, novios, viudos, divorciados con hijos y un sinfín de combinaciones que tienen una realidad social.
Cuando cruzamos la puerta del templo y entramos a participar de los actos, servicios o reuniones no dejamos atrás nuestras vivencias (y aún diría yo, carencias) del hogar. Todo lo contrario. La iglesia local se transforma en la suma de todos los hogares allí representados. No desaparecen los problemas. No se deja de ser padre, esposa, abuelo o hijo. Eso ocurrirá en el cielo, pero en la tierra todos nuestros roles, emociones y sueños permanecen con nosotros.
Hagamos un ejercicio rápido (si está dentro de sus posibilidades). Escriba ahora mismo en un papel una lista de todas las familias que componen su iglesia, incluso de aquellos que asisten solos. ¿Ya la tiene? Pues bien, ahora centre su atención en los matrimonios de esas familias, es decir, en Fulanito y Menganita. Fije sus nombres en su mente. ¿Cómo viven su fe? ¿Cómo están sus relaciones? ¿Cuál es el nivel de dedicación al Señor? ¿De qué manera están influenciando con el evangelio en su mundo?
¿Se ha dado cuenta que haciendo este ejercicio hemos cambiado el sentido de las flechas? Dibuje ahora otro círculo y con flechas que salen de dentro hacia fuera. En realidad lo que estamos viendo es que la iglesia local no puede dar más que lo que tiene, es decir, familias y, específicamente, matrimonios fuertes o débiles. La iglesia local es una extensión de los hogares. Lo que sea cada hogar, cada familia, cada matrimonio, eso será la iglesia. Usted lo sabe bien. No importa que sean 50 o 10.000 miembros en su congregación. Siempre será la suma de vidas felices o de hogares derrotados. Si como familia se vive la oración, el respeto mutuo, el testimonio permanente, el sostenimiento de la obra misionera o la lectura de la Palabra, entonces también lo vivirá como iglesia. Muchas veces los pastores nos transformamos en burros (con perdón) arrastrando un carromato lleno de matrimonios, cuando deberían ser ellos los que empujaran la fuerza y presencia de la iglesia en nuestra sociedad.
Ese es nuestro primer reto. Sin dejar de perder de vista que tenemos una responsabilidad individual delante de nuestro Padre, hemos de estar conscientes que el crecimiento o el deterioro de una iglesia local pasa por la salud espiritual y emocional de cada hogar.
2. EL HOGAR, UN REFLEJO DEL MATRIMONIO
No sé si en su país tienen la misma costumbre que en el mío. En España es muy común que cuando alguien te invita a su casa por primera vez y hay un cierto grado de confianza, te muestra cada una de sus habitaciones. Naturalmente, se procura tenerla limpia y toda la ropa y enseres ordenados para dar una buena imagen a los visitantes. Hay un propósito sincero y honesto en ello: es una manera de decirte que te sientas cómodo en su casa. Conoces ya sus habitaciones, dónde está el cuarto de baño (eso es imprescindible para cualquier emergencia) o el salón.
Claro que esta costumbre puede llevar a realizar comparaciones económicas o provocar algún tipo de envidia, pero aún así a mí me gusta enseñar mi casa para que mis amigos o familiares se sientan como en la suya. Cuando soy yo el que visita, una de las cosas que me gusta contemplar son los cuadros o adornos que colocan en las paredes, aunque no entienda nada de pintura. Todo eso, el orden, la pintura de las paredes, los muebles reflejan cómo es ese hogar, cómo se vive ahí dentro, cómo son las personas y, en especial, qué ambiente refleja el matrimonio.
Es cierto que en muchos casos, la esposa es quien establece las pautas o el estilo de la decoración o la limpieza, pero conozco otros muchos casos, como seguramente usted conocerá, donde se da un equilibrio armónico entre la pareja que hace que flote en el ambiente.
No puedo dejar de pensar en el apóstol Pablo cuando al final de su carta a los Romanos dedica todo un capítulo a saludar a colaboradores y hermanos. En varias ocasiones menciona con cariño a diferentes casas donde allí se reunían los creyentes. Aquellas casas fueron la base de minúsculas iglesias que dieron paso al crecimiento más veloz de la historia de la Iglesia. En aquella época era usual las iglesias en casas. Los Hechos de los Apóstoles nos cita varias experiencias. lógico que las puertas de los hogares se abrieran al Evangelio como muestra de gratitud por la liberación que representaba y por el amor que se estaba experimentando. El caso de Lidia desbordó de hospitalidad hasta el punto que ?obligó? a Pablo y sus acompañantes a quedarse en su casa.
Posiblemente usted también ha experimentado como yo esta situación. Viajar a otra ciudad o país y ser recibido por auténticos desconocidos que los han atendido como si fueran amigos de toda la vida. Es un privilegio especial que otorga la acción del Evangelio. Pero seguramente también conocerá de casas que son muros infranqueables, cerrados al compañerismo fraternal, llenos de problemas y resquebrajados.
¿Recuerda la lista de matrimonios que ha escrito antes? Escriba al lado de cada pareja una ?H? si usted cree que es hospitalaria o una ?P? si es más bien problemática. Claro que también puede ser hospitalario y generoso, y al mismo tiempo tener problemas de todo tipo. Pero lo que le estoy pidiendo es que haga una evaluación rápida de cada uno de los matrimonios de su iglesia.
3. EL MATRIMONIO, SU PODER DE INFLUENCIA
El matrimonio tiene una característica endógena: nace y crece dentro de sí mismo. Es una especie de narcisismo que le lleva a contemplarse intentando encontrar su hermosura y su grandeza. El esposo y la esposa buscan su propia satisfacción, el uno en el otro y también el uno a costa del otro. En este sentido el matrimonio es excluyente, aleja a los demás para centrarse en ambos esposos. Y debe ser así. La voluntad de Dios es que abandonen a padre y madre para que se unan y sean una sola carne. Nadie debe participar de esa intimidad. No puede haber una tercera persona, ni siquiera la presencia de los hijos debe alterar el diseño divino.
Pero he observado en muchas parejas cristianas que con la sana excusa de preservar su matrimonio ante injerencias externas (suegros, hijos, iglesia, etc.) tienen la tendencia a aislarse de los demás o de menospreciar su influencia y valor en la vida de la iglesia. En el matrimonio existen las dos ?eses?: sábana y sudor. Sábana nos habla de intimidad, reciprocidad entre ambos, comunicación y amor. El sudor nos habla de trabajo, esfuerzo y voluntad permanente. Mientras lo primero atañe exclusivamente al esposo y a la esposa, lo segundo afecta a los que les rodean.
He aquí la fuerza y el poder que un matrimonio ejerce en la dinámica de una iglesia. Es el elemento aglutinador entorno al cual giran los otros miembros de la comunidad. Todos, como individuos, tenemos la misma importancia en la congregación local, todos nos debemos amor y servicio los unos a los otros, pero los matrimonios ejercen una influencia mayor de lo que ellos se imaginan.
Tome nota de algunos ejemplos:
Influencian en los jóvenes. Nuestros jóvenes necesitan modelos de conducta, puntos de referencia sobre cómo es un cristiano adulto. En nuestras iglesias existen jóvenes que no pertenecen a una familia cristiana y están desorientados sobre cómo debe ser un matrimonio que tiene en cuenta a Dios en su quehacer diario. Ellos están buscando un padre o madre ?adoptivos? a los que puedan acudir en momentos de decisión o de encontrar respuestas a sus conflictos.
Influencian en los solteros. Los matrimonios representan muchas veces el hogar que los solteros, viudos o divorciados no tienen. Esperan encontrar amistad, comprensión y amor al mantener una relación fraternal con los matrimonios cristianos.
Influencian en los mayores. Los hermanos mayores de la congregación están cansados. Su ancianidad les lleva a contemplar el futuro como algo que pronto se disipará y ponen su mirada en los que deberían ir ocupando su lugar. Esperan que los matrimonios jóvenes y maduros tomen el timón en la iglesia con vigor y con compromiso.
Influencian en los matrimonios incompletos. Aquellos cuyo cónyuge no es cristiano observan al matrimonio que lo es con ilusión de que un día también lo sea el suyo. Es una aspiración a servir al Señor toda la familia al completo y anhelan poder vivir plenamente en ese ambiente de comunicación de la fe.
Influencian en su entorno no cristiano. El concepto de matrimonio para toda la vida está en crisis y en desuso. Hay conformismo frente a los que abandonan el compromiso conyugal. No obstante, los familiares y amigos no cristianos están observando cómo es un matrimonio cristiano y si es cierto eso que se dice acerca del amor, del respeto y de la fidelidad.
Conclusión.
Estamos viviendo una época en la Historia de la Iglesia donde se están buscando fórmulas o métodos que nos lleven a crecimientos espectaculares, y es evidente que el Espíritu de Dios sopla por donde quiere y como quiere. Hay iglesias en diferentes continentes que están creciendo en los últimos 20 años de las maneras más insospechadas. El propósito de estos artículos no es buscar el crecimiento de la iglesia a través del ministerio de sino de darles a los propios cónyuges el cuidado pastoral necesario para que sus vidas crezcan y la iglesia sea fortalecida.
El matrimonio es un ?regalo? de Dios que debe ser administrado. No tiene un fin en sí mismo. Es para usarlo, porque procede de Dios y a Dios hay que entregarlo.
En la próxima sesión trazaremos el perfil del matrimonio coordinador que puede llevar a cabo tan apasionante tarea.
¡Que Dios le bendiga! La próxima vez veremos el tema del matrimonio coordinador.
Fernando Campillo, fundador de la Misión Cristiana Ministerios Creativos en España, es escritor y conferenciante. Dirige Recursos Ediciones y coordina el ministerio a la familia, PUENTES DE AMOR, a través de conferencias, programas radiales y formación pastoral.