por Elyse Fitzpatrick
(Nota del editor: con esta edición del Consejero Bíblico presentamos el segundo artículo sobre el tema de la bulimia. El primer artículo, escrito por la misma autora,produjo varias reacciones de diferentes partes de la América Latina. Un lector nos mandó la siguiente nota: »Leí que la hija menor del que fue Sha de Persia apareció muerta en un hotel de Londres, pero Scotland Yard casi confirmó que no fue suicidio ni nadie la atacó. Las amigas cuentan que era anoréxica». Espero que los consejos prácticos de este artículos sean de ayuda. Para el futuro estamos preparando varios artículos conforme a los pedidos de ustedes, los lectores.)
Bulimia es un ciclo de comportamiento habitual caracterizado por comer grandes cantidades de comida, y luego inducir vómitos o usar algún otro método de «purga» . La bulimia (literalmente «hambre de buey») en los últimos años ha recibido mucha cobertura periodística, y una de las «víctimas» más famosas fue la princesa Diana. A medida que los comportamientos y los peligros de la bulimia se presentan como deseables por parte de modelos y bailarinas clásicas que confiesan haber usado estos procedimientos para controlar su peso, muchas mujeres jóvenes querrán probar la bulimia personalmente. Hablar mucho sobre el tema, «educando» al público, irónicamente hará que más mujeres empleen este método. Me imagino que los consejeros veremos más y más casos. Necesitamos respuestas bíblicas firmes y claras que hablen al corazón.
En este artículo espero definir los indicativos fisiológicos y conductuales de la bulimia; deseo describir varios motivos comunes; identificar estándares y hábitos equivocados que deben reemplazarse con estándares y hábitos correctos, y por último habré de bosquejar un plan específico que usted pueda emplear en su papel de consejero bíblico.
La bulimia es un patrón de comportamiento habitual caracterizado por fuertes atracones que por lo general terminan porque aparece dolor de estómago, porque la persona se va a dormir, por intervención de alguien, por vómitos u otras formas de expeler la comida. Es común que los atracones se planeen con anticipación, y que sean secretos y rápidos. Leí un informe de una mujer que consumió 54.000 calorías en un período de 8 horas, con vómitos intermitentes y autoinducidos. También existen casos documentados de mujeres que ingieren hasta 200 laxantes antes de comenzar el atracón, o que comen elementos marcadores (pequeños trozos de plástico de colores) a fin de saber cuándo han expelido completamente toda la comida del atracón. Estos comportamientos se dan en forma más común entre mujeres, y no se definen edades específicas. A menudo las jovencitas comienzan con este hábito en la escuela secundaria a fin de perder o controlar el peso que aumentan las adolescentes entre los 14 y los 16 años. Luego emplearán el método de tanto en tanto durante sus años universitarios, o después de los partos en la adultez.
La continuada práctica de la bulimia puede tener muchos efectos fisiológicos: la erosión del esófago y de los dientes; incapacidad para digerir alimentos; vómitos involuntarios; irregularidades en los movimientos de vientre o diarreas extremas; ausencia de la menstruación; pulso lento; temperatura corporal por debajo de lo normal; crecimiento de vello. Aunque por lo general el peso se mantiene dentro de los parámetros normales, hay frecuentes fluctuaciones que dependen de los atracones, las purgas, las dietas y los ayunos.
A continuación identifico cuatro de las motivaciones comunes en la vida de una bulímica. Al identificarlas no estoy diciendo que cada bulímica automáticamente tendrá estos deseos en control de su vida, ni tampoco estoy diciendo que no haya otros deseos presentes. Pero creo que estos son los más comunes.
1. Hábitos de codicia (en este caso apetito voraz) y el deseo de gratificación instantánea: «glotonería en el desierto».
En la vida de una bulímica uno halla ciertos comportamientos que ella tal vez describa diciendo que son «compulsivos». Ella habrá de identificar un impulso físico que la compele a darse atracones. Cuando empieza a comer, tal vez ni siquiera le sienta el gusto a la comida. A medida que se llena la boca de comida, tal vez conscientemente no esté pensando en lo que hace. Puede perder la noción del tiempo o de la cantidad de comida que ha consumido. Tal vez se siente frente al televisor y concentre su atención en un programa trivial a medida que come y come. Habrá de experimentar cierto placer al comer, no simplemente por el sabor o la consistencia de la comida y la reacción química del azúcar en la sangre, sino también el alivio y la calma que sobrevienen después de su frenética ingestión. La duración del atracón puede ser breve, especialmente si su familia la interrumpe. O puede continuar durante varias horas, con momentos de atracones, remordimiento y desesperanza mezclados con comentos de «purga» en que expele lo comido.
Una cosa es segura: esta compulsión a darse atracones es tan fuerte como la compulsión del alcohólico o el drogadicto. En este sentido usted debe obtener información cuidadosa para descubrir los detonantes de esta conducta. ¿Cuáles son las cosas que precipitan el atracón? Tal vez usted descubra codicia tanto del cuerpo como de la mente. Tal vez los atracones se precipiten en razón de ansiedad, enojo o estrés, o tal vez por deseos corporales asociados con fatiga, debilidad, síndrome premenstrual o bien nerviosismo. Tal vez ella tenga la costumbre de darse atracones los sábados a las tres de la tarde, o el primer día de su ciclo menstrual. De todos modos, saber cuáles son los detonantes es importante a medida que usted trata de enseñarle a la aconsejada a manejar el «interruptor» de esos hábitos.
Estoy convencida de que este sentimiento de compulsión podría definirse más bíblicamente como un hábito de codicia, angurria, glotonería. Codicia es un deseo rapaz de más de lo que uno necesita o merece. Y como la codicia es algo sobre lo que la Biblia habla ampliamente, se le puede dar una sólida ayuda a la aconsejada. En primer lugar, quitar el comportamiento de la esfera de lo místico («compulsión»), y colocarlo en la esfera de la experiencia diaria y comprensible, es algo que ya de por sí ofrece esperanza. Usted podrá señalar que ella no está sola en esta lucha con la codicia (1 Corintios 10:13). El pueblo de Israel fue culpable de codicia y glotonería (Números 11:4,6,13-24,31-34). Incluso fueron sepultados en «tumbas de codicia» o «sepulturas de glotonería». En la historia de Israel se ilustran las razones de estos vivos deseos y ansias. El Salmo 78:17 y los versículos que siguen hablan de rebelión, de tentar a Dios, de hablar contra Dios y de incredulidad: «Porque no confiaron en Dios, ni creyeron que él los salvaría» (78:22). Este Salmo habla claramente de que las ansias y los antojos son comunes y son resultado de confiar en uno mismo para la satisfacción y la salvación en vez de confiar en Dios. Cuando su aconsejada está nerviosa, enojada, infeliz o preocupada, en vez de volverse a su Salvador lleno de gracia, ella procura maneras de salvarse a sí misma y de aplacar con comida esos sentimientos incómodos. Resulta claro que ella debe aprender a confiar en Dios.
El Nuevo Testamento también habla con amplitud sobre la codicia. Nuestro Señor nos advirtió: «Tengan cuidado? Absténgase de toda avaricia; la vida de persona no depende de la abundancia de sus bienes». Jesús nos hace advertencias sobre algo porque existe una gran posibilidad de que seamos engañados por eso. Él continúa diciendo: «Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán?. La vida tiene más valor que la comida?. Así que no se afanen por lo que han de comer o beber; dejen de atormentarse». Note cómo el Señor vincula la preocupación y el desenfreno con la comida y la bebida. Nótese también Lucas 21:34: «Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida». La preocupación es resultado de confiar en uno mismo, y se debe tratar en el contexto de estos hábitos de codicia. El apóstol Pablo habla de la codicia en Colosenses 3:5 (RVR 1960), afirmando que es idolatría y es parte de la vieja naturaleza que debemos considerar muerta. Y como sucede con cualquier tipo de idolatría, lo que comienza como una agradable excursión, se convierte en una trampa esclavizante, una «tumba de codicia». Como consejero, es útil que usted utilice la expresión «hábitos codiciosos» en vez del término «compulsiones».
2. Orgullo y deseo equivocado de perfección superficial: el fariseo en el corazón.
En la persona bulímica se da una combinación mala y mortal de motivos interiores. Además de esos abrumadores hábitos de codicia, ansiedad y desenfreno, hay fuertes deseos de aparentar que uno tiene control de la situación y de que hay belleza exterior. Las consecuencias naturales del hábito de los atracones es aumento de peso e incomodidad. La mujer bulímica no está dispuesta a pagar el precio de sus desenfrenos con la comida. Ella se esconde, no es sincera, y evade la culpa a fin de evitar el resultante aumento de peso. De manera que expele la comida. Puede hacerlo con el uso de laxantes o con vómitos autoinducidos. Incluso tal vez haga ayuno durante varios días para compensar el atracón. La cuestión es que ella está evitando la verdad y la realidad de su desenfreno.
Mateo 23 habla bastante sobre vivir para la apariencia exterior. En este capítulo Jesús confronta a los fariseos y a los escribas por su hipocresía y su orgullo. «Todo lo hacen para que la gente los vea»; «limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno»; y «Así también ustedes, dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y maldad». El Señor habla muy claramente a nuestro corazón. A menos que Dios nos libre, somos fariseos, personas que desean agradar a los hombres, deseosos de cubrir nuestro pecado de modo que otros piensen bien de nosotros. Como Eva en el huerto del Edén, la aconsejada se trata de cubrir con hojas de higuera. «No me vean como realmente soy». Sólo el corazón humilde, transparente y confiado que se abre ante el Señor y ante otros podrá librarse de esta esclavitud. Para eso, ella debe comprometerse a confesarle todo atracón o «purga» a su esposo (si es casada) o a sus padres, amigos o al consejero o pastor. Hay que dejar de tapar la realidad. Ella debe comprometerse a poner por escrito durante cierto período de tiempo (tal vez seis meses, por ejemplo) toda la comida que come.
No hay ningún mandamiento bíblico que nos ordene ser delgados. Hay mandamientos para que glorifiquemos a Dios con nuestro cuerpo, para que vivamos con dominio propio, para que hagamos todo para gloria de Dios y para agradarle, pero no hay un mandato a ser delgado. Cuando la bulímica expele lo comido, está procurando una meta que no es bíblica. El objetivo adecuado no es simplemente tener una buena apariencia externa (aunque por cierto no hay nada de malo con una apariencia exterior agradable) sino agradar a Dios con un corazón que está sujeto a Él. Amar y procurar el estándar del mundo, una hermosa apariencia exterior y procurar obtener aprobación por medio de la apariencia física, no deben tener cabida en el corazón del creyente. Juzgarnos a nosotros mismos o a otros de acuerdo a la carne es pecado.
En vista de que la aconsejada está obsesionada por cómo la ven los demás, a menudo va a criticar y a juzgar a quienes tienen problemas controlando su peso. Tal vez ella sea como el fariseo de Lucas 18, a quien Jesús describió de la siguiente manera: «A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola». Pregúntele a la aconsejada cómo ve a otros que tienen kilos de más. ¿Acaso se complace cuando los demás le dicen que a ella se la ve hermosa? También quizás le agrade flirtear (el pastor debe tener en cuenta esta propensión). A ella se le debe enseñar que conscientemente debe humillarse, empezar a ver a otras mujeres «gorditas» como hermanas (no rivales) por las que debe orar, y que debe considerar a los hombres sus hermanos, no sus conquistas. En otras palabras, ella debe aprender a amar a su prójimo como ya se ama a sí misma. Las tareas que prescriba el pastor o el consejero incluir: descubrir hechos importantes o interesantes en cuanto a otras mujeres, y aprender a hablar del Señor, confesarles a ellas su orgullo pecaminoso y sus desenfrenos, y orar con ellas.
3. Un deseo de salvarse a sí misma de los pecados.
Creo que la «purga» en cierta manera es un acto de penitencia o autoflagelación. Ella está tratando de compensar o expiar su desenfreno pecaminoso. En sí misma, esta penitencia es pecaminosa pues deja al descubierto un corazón que confía en esfuerzos propios en vez de confiar en Cristo y en su provisión divina. La piedra de tropiezo de la cruz radica en el hecho de que no nos podemos salvar a nosotros mismos. Todo intento de hacerlo es como pisotear la preciosa sangre de Cristo. Se debe dedicar tiempo a hablar sobre la diferencia entre arrepentimiento y penitencia. Estudie con la aconsejada Filipenses 3:7-9: «Todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús mi Señor? [para encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley?»; y Gálatas 2:16: «? nadie es justificado por las obras que demanda la ley». Sea que ella esté sirviendo a la antigua ley o a su legalismo personal, cuando trata de servir a la ley y no a la gracia, ella no está avanzando en su caminar con Cristo.
Importantes temas para las sesiones de consejo son el humilde arrepentimiento y la confesión, incluyendo pasajes como 2 Corintios 7:9-10, que contrasta la diferencia entre pesar mundano y arrepentimiento piadoso.
4. Pereza y deseo de soluciones instantáneas
Tome nota de cómo Proverbios vincula la pereza con los antojos. «El perezoso ambiciona, y nada consigue», y «La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; todo el día se lo pasa codiciando». La aconsejada deberá entender que optar por atajos, la manera cómoda y perezosa (la purga), sólo conducirá a más y más codicia y antojo (el atracón), y finalmente la muerte. Habrá cambios en la vida de ella cuando diligentemente se acostumbre a dejar hábitos de desenfreno y practique un sabio régimen de comidas, viviendo con gratitud y oración, no con amargura y ansiedad. Este proceso de santificación no es sólo cuestión de incorporar ciertos hábitos específicos de comida. Incluye eso, sí, pero se debe dar un cambio a muchos niveles y en muchas áreas de la vida. Además, este cambio no se dará de la noche a la mañana sino que será una progresión lenta pero continua para conformarse a la imagen de Cristo. El Señor a menudo usa estos hábitos para revelar otras áreas donde hay desconfianza e incredulidad. Su aconsejada deberá recibir ánimo y aliento para obrar diligentemente, sabiendo que el Señor también está obrando a fin de que ella pueda ser libre para gloria de Dios.
Hay muchas preciosas promesas sobre las recompensas de la diligencia. Dichas promesas habrán de animar a la aconsejada a continuar en la senda que tiene Dios para tratar con el desenfreno.
La pereza y el deseo de llegar a un destino tomando un «atajo», que es tan evidente en esta faceta de la vida de la aconsejada, pueden ser muy penetrantes. ¿Hay otras áreas de la vida donde ella también opta por la manera más sencilla? Aprender a ser totalmente sincera en cuanto a lo que come y de dónde lo saca, va a ser un gran paso hacia la santificación en muchos aspectos.
Un plan de ayuda
Aquí sigue un plan que tal vez usted quiera seguir a medida que considera de qué maneras las información previa caracteriza en forma individual a su aconsejada.
1. Asegúrese de que ella sea salva. ¿Cómo anda su relación con Dios? ¿Hay convicción de pecado? ¿Seguridad de la misericordia y el poder de Dios?
2. Reúna información sobre lo siguiente:
a. Inicio de determinados comportamientos.
b. Historia de la familia:
i. Relación con padres/hermanos.
ii. Problemas de peso en integrantes de la familia.
iii. Regímenes de comida y hábitos para comer en la familia.
c. Peso exacto actual e historia de dicho peso.
d. Hábitos precisos actuales en cuanto a comida.
Haga que ella lleve un registro diario durante varias semanas, y que anote todo lo que come y cuándo lo hace.
e. Problemas fisiológicos actuales.
Haga una consulta con el médico.
3. Establezca el programa de acción: todo lo que no sea vivir para agradar a Dios, resulta inaceptable.
4. Prepárese para lidiar con resistencia. Recuerde Proverbios 26:16.
5. Ofrezca esperanza.
6. Indique la necesidad de responsabilidad para con lo siguiente:
a. Participación de la familia.
b. Confesión de atracones y de «purgas».
c. Registro de lo que come en el día y de los devocionales.
d. Control semanal del peso (que lo realice una mujer).
e. Memorización semanal de versículos. Los versículos mencionados más arriba serán útiles.
f. Utilice una «lista de agradecimiento».
g. Oración y acción de gracias antes de cada comida: 1 Timoteo 4:4,5. Confesión cuando no hay oración ni agradecimiento antes de la comida.
h. Eliminación de todos los laxantes, diuréticos y balanzas de la casa de la aconsejada.
i. Si es posible, que se comprometa a no comer sola. (Comer sola hace más fácil que haya un atracón. De cualquier manera, recuérdele que ella no está sola: Jesucristo siempre está a su lado.)
j. Proteger el corazón a fin de no pasar tiempo soñando con comida.
7. Enséñele cómo enfrentar la tentación a darse un atracón:
a. Clamar a Dios pidiendo ayuda, con una confianza humilde.
b. Identificar motivos que la tienten. Acercarse a Dios pidiendo misericordia y gracia para ayuda en tiempos de necesidad (Hebreos 4:16).
c. Durante un tiempo, evitar lugares y comidas que actúen como detonantes de atracones.
d. Movimiento constante. Que ella cambie de posición y ubicación. Que salga de la casa.
e. Ella debe recordar que es responsable de confesar sus atracones. Debe asentar por escrito lo que ha comido.
f. Ella debe recordar que el escape que proporcionan los atracones ya no es una opción válida. Debe orar a Jesús su Salvador, la verdadera forma de escape (1 Corintios 10:13).
g. Ella debe adorar a Dios con un coro o himno favorito y comenzar a darle gracias al Señor.
h. Debe llamar a una amiga para que ore con ella.
i. Aun cuando ya haya comenzado el atracón, ella puede pararlo clamando a Dios por ayuda.
j. Ella debe tener porciones de Isaías 53 escritas en papeles en varios lugares de la casa, y debe leerlas.
k. Ella debe estar consciente de detonantes en particular: por ejemplo, malhumor, momento del mes, circunstancias difíciles. Además debe tener planes para enfrentar la situación.
Por último, como consejero bíblico, no se sienta intimidado ni inseguro en cuanto a su capacidad para ayudar a mujeres que luchan con estas cuestiones. Las actitudes del corazón de la bulímica, en maneras cruciales son las mismas que las suyas propias. La Biblia nos habla a todos de modo vivo y penetrante.