por Edward T. Welch
(Segunda parte)
El engaño del pecado
He hablado a grupos de adictos donde la gente dejó de prestarme atención tan pronto mencioné la palabra pecado. Creo entender por qué. La idea común pero inexacta del pecado es que una persona un día se despierta a la mañana y dice: «Hoy voy a pecar. Voy a desobedecer a Dios, voy a hacerme daño, a lastimar a mi cónyuge y voy a quebrantar las promesas que hice a mis hijos». Tal vez haya un adicto que dijo justamente eso, pero si lo hay no lo conozco. Esa no es la experiencia típica de la adicción.
No nos parece que la adicción sea rebelión contra Dios. En realidad, se parece más a una decisión breve y potencialmente reversible para ceder sólo un poco a nuestros propios deseos. Pero la palabra pecado nos recuerda que no es un desliz pequeño y temporal. Nos recuerda que amamos nuestros deseos (nuestros ídolos), que elegimos cosas que van contra Dios, que estamos dañando a otras personas, y muy pronto nos damos cuenta de que estamos esclavizados. El pecado ¡se parece a una enfermedad! Pero esta experiencia no hace que las adicciones dejen de estar en la esfera del pecado. En realidad, ilustra la naturaleza misma del pecado. En el pecado hacemos cosas que no queremos hacer. Esa es la naturaleza del pecado.
El pecado es obstinado. ¿Por qué nos resulta tan difícil vencer en esa lucha? Porque somos pecadores. Y como pecadores somos calculadores astutos y además estamos fuera de control.
Esto explica una de las razones por las que me puedo identificar con las luchas de un adicto. Yo sé cómo se siente uno al cometer y volver a cometer un acto. Puedo sentirme culpable por mi pecado, confesarlo, y luego ir y volver a hacerlo. Ni las drogas ni el alcohol nos convierten en adictos, sino que sencillamente revelan y se apegan a todo lo que ya hay en cada corazón.
¿Y qué sobre toda la evidencia del alcoholismo como enfermedad?
Si estoy en lo cierto en cuanto al pecado y al corazón, ¿qué hacemos con toda la evidencia de que el alcoholismo es una enfermedad? No hay evidencia clara de que el alcoholismo es, ante todo, una enfermedad. Por cierto que se han hecho muchos estudios sobre el alcoholismo y el abuso de drogas, pero ninguno ha descubierto un gene ni un desequilibrio químico. La mayoría de los investigadores están prestos a indicar que los genes pueden influir en las personas, y esto es cierto, por supuesto. Podemos tener una predisposición genética para disfrutar de una droga, comida o actividad en particular. Pero hay una gran diferencia entre recibir influencia genética y que ésta determine nuestros actos.
¿Qué podemos decir de los deseos intensos? La Biblia los entiende perfectamente. Se refiere a ellos llamándolos tentaciones. La Biblia reconoce que, muy a menudo, personas con años de sobriedad siguen luchando con la tentación. A veces es simple consecuencia de un recordatorio de algo que en otro tiempo amamos. Pero en otros casos puede ser resultado de abrigar y alimentar mentalmente la adicción, mientras que físicamente nos abstenemos de ella. En vez de pedirle a Dios que les dé el deseo de odiar el pecado de raíz, algunos se aferran a recuerdos agradables asociados con la adicción que tenían.
No lo olvidemos: pecamos porque nos agrada lo que el pecado nos ofrece, al menos temporariamente. Cuando dejamos de pecar, la tentación podría perdurar como residuo de pecado en nuestros corazones. Las buenas noticias son que si es cierto que las tentaciones vienen de dentro de nosotros, esto también significa que es posible un profundo cambio a nivel de la tentación. «Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte» (Santiago 1:14-15 NVI). Uno de los grandes beneficios de tratar las adicciones de raíz, es que podemos luchar contra el comportamiento y contra el deseo interior.
¿Qué decir de Alcohólicos Anónimos?
AA ha sido útil para mucha gente. Proporciona la oportunidad de dar cuenta de nuestras acciones, ofrece entendimiento recíproco en un ambiente donde nadie es juzgado, y además provee gran apoyo para muchos. Sin embargo, no se esfuerza por hallar respuestas bíblicas para los problemas de la vida. Como resultado, AA necesariamente tiene problemas. Uno de los problemas es que la perspectiva de la enfermedad no permite que nadie llegue al fondo del problema. La droga dependencia puede ser peligrosa, pero nuestros corazones son aun más peligrosos. Ansían tener popularidad, venganza o libertad de las frustraciones en el hogar o el trabajo. Y esos anhelos pueden llegar a regir nuestra vida y las decisiones que tomamos.
Un segundo punto débil de AA es que su teoría en cuanto al cambio no revela que la naturaleza de la conducta adictiva se opone a Dios. Aunque no siempre somos conscientes de que nuestras adicciones son desobediencias ante Dios, es lo que son. enfrentamos a una decisión: ¿Voy a obedecer a Dios o a mi ídolo? Aliarnos a uno es hacer guerra al otro.
Una tercera debilidad de AA es que Jesús es opcional. La conducta adictiva es rebelión contra la autoridad divina. Las adicciones revelan que la relación con Dios se ha roto. Y el cambio se produce al conocer el amor de Jesús y al ser restaurado en esa relación.
Una propuesta para cambiar
Aquí sigue una propuesta para cambiar.
Sugiero que reconozcamos que la adicción es un desorden en la adoración. Al reconocer esto, obtenemos una nueva perspectiva en nuestro corazón y de nuestra relación con Dios. Esa perspectiva de cambio nos recuerda que estamos en una batalla entre la adoración a Dios, y la adoración a nosotros mismos y nuestros deseos. Explica por qué nos sentimos tan culpables luego de una noche de desenfreno. Y como no tenemos que esperar a curarnos físicamente para que haya un cambio duradero, hay gran esperanza en la confesión del pecado, en la fe en que Jesús perdona pecados y en la obediencia.
¿Pero acaso AA no nació porque este método más espiritual hacía que la gente se sintiera culpable y con menos tendencia a reconocer su problema?
Tal vez sea cierto que un método totalmente bíblico puede no haber sido útil en algunos casos, pero eso no ocurrió porque la Biblia tenga deficiencias. Quizás los cristianos usaron la Biblia como un garrote en vez de usarla como palabras de vida. Quizás los cristianos se acercaron a los adictos con una actitud santurrona, más papista que el papa. O tal vez los cristianos, sin entender la esclavitud de la adicción, creyeron que un simple «deja de hacerlo» de alguna manera iba a detener el comportamiento de adicción.
Teniendo en mente estos pecados de la iglesia, la perspectiva bíblica se puede ofrecer con humildad y con gracia.
Volviendo a definir el proceso de cambio
Una vez que se reconoce el problema, y una vez que se reconoce como un problema en la adoración, habrá nuevas facetas en nuestra perspectiva del proceso de cambio. En primer lugar, conocer a Dios se convierte en nuestro objetivo más importante. Después de todo, si la raíz de nuestro problema con la adicción es un problema en la adoración, necesitamos aprender quién debe ser el verdadero objeto de esa adoración.
A medida que esta idea penetra en su corazón, usted descubrirá que se siente más cómodo en una buena iglesia que en un grupo de AA. Usted obtendrá fortaleza y sabiduría de los mensajes del pastor, sentirá animado al cantar con otros cristianos, recibirá alimento espiritual en la celebración de la cena del Señor, y estudiará la Biblia para hallar al Dios viviente. Usted conocerá más sobre el Dios que es más grande que lo que usted puede imaginar: más grande en justicia, en poder y en amor. Y la grandeza divina obra en favor nuestro. Uno de los problemas de AA es que el Dios de nuestra imaginación nunca es lo suficientemente grande.
Usted también descubrirá que habrá un interés más profundo de su parte para hablar verdades. Dios es el Dios de verdad. El idioma que Él habla es el idioma de la verdad.
¿Acaso la mayoría de las adicciones no van acompañadas por mentiras, que van de mentirillas a grandes engaños? ¿Acaso todos los adictos en algún momento no han engañado utilizando subterfugios? ¿No han hecho creer cosas que en realidad no son ciertas? ¿No han cambiado de tema? ¿No han justificado y echado culpas? A primera vista, estas mentiras no parecen grandes cosa, especialmente cuando se las compara al uso de drogas peligrosas. Son simplemente encubrimientos, maneras en que los adictos se autoprotegen de las acusaciones de otros. Sin embargo, la perspectiva bíblica indica que las mentiras nos dañan, que son pecados contra otros y que son pecados contra Dios.
La solución es hablar el idioma de Dios, el idioma de la verdad. Esta es la forma en que lo podemos adorar a Él. Lo podemos adorar al imitarlo. Después de todo, ¿acaso Dios no le dice siempre a su pueblo, «Sean santos, porque yo soy santo»? Después de todo, la adoración no es simplemente cantar elevando las manos. La adoración es caminar humildemente ante Dios en obediencia. Y parte de ese caminar es hablar la verdad.
Ser veraces va más allá de hacer que salgan palabras veraces de nuestra boca. También significa que creemos aquello que es verdadero. Significa que creemos en la verdad sobre nosotros. Significa que decimos: «Señor, confieso que me dedicado a mis propios ídolos y a mis deseos».
Fe y perdón
Juntamente con la verdad sobre nosotros, debemos conocer la verdad sobre Dios. Específicamente, debemos saber que Dios odia el pecado pero de manera gratuita ofrece gracia y perdón a los pecadores que dejan el pecado. Si Dios no odiara el pecado, ¿por qué tendríamos que odiarlo nosotros? Tendríamos muy pocos motivos para cambiar. Por otra parte, si no creemos a ciencia cierta que Dios nos perdona, no hay motivos para tratar de cambiar. Sin el perdón, estaríamos condenados por nuestros pecados pasados y futuros, así que no habría esperanza. Satanás actuaría sin límites, tendría libertad para provocar desesperación y un sentimiento de culpa paralizante. Con el perdón hay paz con Dios y valentía para ir en busca de esa temeraria tarea de la sobriedad.
En resumen, Jesús, al morir por los pecados y resucitar de los muertos, es el centro del cambio. Continuamos con nuestros ojos en Jesús, y así creeremos que Él pagó el castigo por nuestro pecado y que se deleita en darnos poder para luchar contra el pecado.
Si usted vacila y pierde la confianza en que el perdón de Dios cubre los pecados que usted comete, puede haber dos razones. En primer lugar, tal vez usted crea que Dios no es mejor que usted mismo. En otras palabras, usted no se podría imaginar perdonando a alguien setenta veces siete, de manera que no puede creer que Dios lo haga. Si esto es lo que pasa por su mente, usted está creyendo una mentira. Dios no es como nosotros. Su perdón no es como el nuestro. No use sus propias debilidades como el parámetro para comprender la grandeza de Dios. Simplemente escuche a Dios cuando Él se revela en su Palabra.
Una segunda razón por la que usted puede tener dudas para creer que Dios lo perdona, es que en realidad usted no está tomando en serio el pecado. Usted sabe lo que Dios dice pero no lo obedece. En este caso, según la Biblia usted hace bien en tener dudas ?no en cuanto al perdón de Dios sino en cuanto a si usted es realmente un hijo de Dios. Tal vez usted aún esté viviendo una mentira. Si así fuera, tiene que aprender sobre el amor de Dios. Es un amor que va a buscarlo a usted en vez de esperar que usted sea perfecto. Es un amor que llega al sacrificio, hasta la muerte de Jesús en una cruz. Cuando usted sabe esto sobre el Dios viviente, usted comienza a darse cuenta de que «[sus mandamientos] no son difíciles de cumplir» (1 Juan 5:3 NVI) y a conocer que Él da poder para luchar con el pecado. Es entonces que usted podrá responder al amor de Dios en obediencia.
Usted necesita ser consciente de que el método bíblico para el cambio no hace que, necesariamente, la vida sea más fácil. Lo que sí hace es equiparnos para la batalla. Cambiar quiere decir hacer cosas que no resultan naturales, como amar a otros, abandonar nuestro orgullo, decir la verdad y batallar contra nuestros deseos. La abstinencia es una guerra. Pero esta guerra es muy singular. El arma más prominente que usted tiene es la confianza y el amor por que van en aumento. Y usted notará paz en el corazón, aun durante la batalla, una paz que es resultado de saber que el perdón de Dios nunca es un acto que escatima. El perdón siempre tiene lugar con placer y deleite por parte de Dios. La bondad divina es una bondad eterna. Y es lo suficientemente poderosa como para producir cambios al nivel más profundo en nuestro corazón.
Le ruego que considere todo esto. Hágame saber qué piensa.
Gracias.
Su hermano en Cristo,
Ed Welch
El Dr. Ed Welch es médico y director de consejos y ministerios educativos en CCEF en Glenside, Pennsylvania, EE.UU.
Traducido por Leticia Calçada.

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