por Arturo Menesses
Es muy común en nuestros días oír decir que el rol principal de los ministros cristianos es “el anuncio del evangelio”. Si bien podríamos estar de acuerdo con esa afirmación, es un desafío pensar que la Biblia habla además de las dimensiones de “defensa” y “confirmación” del evangelio (Fil. 1:7). Eso posiblemente sea un arranque más amplio para reflexionar acerca del tema de la integridad, lo cual nos concierne a todos para ser “ministros competentes de un nuevo pacto”.
Si queremos bosquejar un concepto de integridad, es recomendable traer a la mente otros pensamientos inspirados de la Escritura tales como:
La aseveración categórica de Pablo: Porque el Reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder (1 Co. 4:20).
Las referencias al tema de la integridad como “un sendero por el que hay que caminar” (Job 4:6; Sal. 101:2; Pr. 10:9).
El discernimiento osado de Pedro: Porque esta es la voluntad de Dios, que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos (1 P. 2:15).
Al acercarnos más a nuestra propuesta de un concepto, encontramos en el diccionario que integridad se relaciona con ser recto, intachable, como aquello a que no falta ninguna de sus partes. Pincelando esta definición académica con la inspiración de la Palabra de Dios nos atrevemos a decir: Integridad consiste, no tanto en decir lo que hacemos, sino principalmente en “hacer lo que decimos”. Es tener el valor de caminar por el sendero que construimos con nuestras bellas palabras. Es asumir un compromiso que trascienda la rutina de sólo hacer bien las cosas, y se remonta a “hacer lo bueno”. En resumen es abrazar la voluntad de Dios y seguir el ejemplo de Jesucristo de manera integral en cada una de nuestras acciones (1 P. 2:21).
¿Cómo suena este concepto? La intención es que al menos provoque en nosotros más reflexión y oración sobre el tema, y que anime a un mayor énfasis en la integridad como parte de la agenda de los servidores cristianos y sus ministerios.
Siguen algunos consejos para la práctica de la integridad.
1) Es crucial comprometerse delante de Dios a practicar integridad en todas las áreas del ministerio: El eficaz manejo de las finanzas es importante y parte clave del ministerio. Sin embargo, integridad tiene que ver también con el manejo de las relaciones familiares; con mantener relaciones abiertas y transparentes con su congregación o equipo de trabajo; con buscar el poder del amor y no el amor al poder cuando ejerza sus responsabilidades de liderazgo; con hablar siempre la verdad como parte del estilo de vida en todas las esferas.
2) Otro aspecto importante son los mecanismos de evaluación. Para que el pastor/líder pueda pedir cuentas y a la vez rendir cuentas es preciso:
* Rodearse de un grupo de consejeros, cuerpo pastoral, junta consultiva o como se llame. En la multitud de consejeros hay seguridad (Pr. 11:14). Reunirse en forma regular.
* Delegar responsabilidades a otros líderes de su equipo. No pretenda ser una “persona orquesta”, único dueño de la visión, unción o dones. Si no sigue la estrategia de Jetro (Ex. 18:18 23) posiblemente no sobreviva para contarlo.
* No temer cometer errores. Más bien, evalúe las causas porque a veces las cosas no salen bien; invite a otros a participar. El cristiano espiritual juzga todas las cosas. Recuerde que todas las cosas ayudan a bien (Ro. 8:28).
* Elaborar una visión clara y práctica de cómo espera ver los resultados e impacto de su ministerio en el futuro. Junto con su equipo, prepare un plan anual de las metas específicas que espera cumplir, con su correspondiente presupuesto (Lc. 14:28), teniendo cuidado de siempre encomendar al Señor ese camino (Sal. 37:5).
Para concluir, tome en cuenta con valentía y compromiso los siguientes consejos bíblicos: Mejor es el pobre que camina en integridad, que el de perversos labios y fatuo (Pr. 19:1). Hasta que muera, no abandonaré mi integridad (Job 27:5 BLA).
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