Explorando el concepto bíblico de la esclavitud económica
por Andrés G Panasiuk
Alberto entró y pegó un portazo, le gritó al perro, pateó al gato y casi mata al canario?
? los niños se escondieron debajo de la cama y su esposa, con timidez, le puso un plato de sopa sobre la mesa.
?Parece que papá tuvo un mal día ?susurró uno de los hermanitos que se había colocado fuera de la línea de fuego. En realidad, parecía que últimamente todos los días eran malos para papá. Alberto estaba experimentando en carne propia la presión de vivir en la esclavitud financiera.
No era que Alberto Rodríguez fuera pobre ni que ganara poco en su trabajo. Lo que pasaba era que no había sueldo que alcanzara.
Uno es «esclavo» en el sentido espiritual cuando hay algo que toma el lugar de Dios en su vida. La esclavitud financiera, entonces, existe cuando el dinero y las finanzas ocupan en nuestra existencia diaria el lugar de prioridad que le corresponde al Creador. Tomemos el ejemplo de Alberto y veamos cuáles son los síntomas más comunes de la esclavitud espiritual:
1. Preocupación excesiva por las finanzas.
La persona en esclavitud financiera está en un nivel de presión económica tal, que no se puede sacar las finanzas de la cabeza. Está en el hogar y está preocupado por las finanzas, está en el trabajo y está pensando en las finanzas, está manejando su automóvil y calculando su estado económico en el banco, come y está planeando cómo hacer sus pagos. Es un manojo de nervios.
2. Enojo, ira y mal humor.
Como el tema financiero lo acosa todo el tiempo, se pone de mal humor. Grita, está nervioso, se enoja por tonterías y más vale «perderlo que encontrarlo».
3. Avaricia
Como está tan preocupado y malhumorado, quizá hasta tiene actitudes incongruentes con su carácter.
?A ver si le mandamos unos dólares a mi mamá ?le pide la esposa?. La situación está tan mal que está comiendo sólo una vez por día.
Nuestro sujeto contesta: ?¡Pues que aprenda a comer una vez cada dos días!
4. Resentimiento
El resentimiento puede producirse a causa de un mal negocio. Puede también estar dirigido a la sociedad o a la iglesia por ser culpables o por no reaccionar ante la situación en la que se encuentra el individuo. El resentimiento lleva casi seguramente a la amargura y a la miseria espiritual.
5. Indulgencia
Créase o no, el individuo que está bajo mayores presiones económicas es el primero en caer en la indulgencia. Sabe que no puede pagarse un lujo, pero de todas maneras se lo da porque «se lo merece».
?Necesito unas vacaciones ?dice el indulgente, y se compra un viaje a Viña del Mar. De pronto, podría haberse ido al campo de su tía que le queda a dos horas de viaje de la casa y hubiera descansado igual. Pero el indulgente se va a Viña del Mar, toma un crucero por el Caribe, se compra una nueva computadora o trae un auto «cero kilómetro» a la casa. Después de darle la noticia a su esposa, por supuesto que también debe pagar por la internación de la shockeada mujer en una unidad coronaria, pero es parte del «gusto que se merecía por haber sufrido tanto».
6. Inadecuado mantenimiento de datos.
La persona que está en esclavitud financiera no sabe a dónde se le fue el dinero. Llega fin de mes y no tiene idea de cómo se gastó el sueldo. El área de los «gastos generales» es como un gran agujero negro en su universo financiero: el dinero que cae por allí ¡sólo Dios sabe a dónde va a parar! Le caen las «facturas sorpresa» y lo desequilibran. Sabe que su sueldo le debe alcanzar, pero no sabe por qué se «queda corto» cada mes.
Si usted se identifica con algunos de estos síntomas, hay dos o tres cosas que puede hacer:
Primero: Transfiera la propiedad de sus posesiones a Dios.
No es cuestión de orar y decirle a Dios que toda su vida es de Él. Usted debe empezar a actuar como administrador de los bienes que Dios le dio y no como el dueño de sus propiedades. «El que confía en sus riquezas caerá» (Pr. 11:28). Usted probablemente tenga que tomar algunas decisiones difíciles en un futuro cercano, y si usted es «dueño» de sus posesiones, de su casa o de su negocio, no podrá tomar esas decisiones con libertad.
Segundo: Acepte la dirección de Dios en su vida.
La Palabra de Dios dice: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y El enderezará tus veredas» (Pr. 3:5-6). Comience a buscar en la Palabra de Dios (y no sólo en sus asesores financieros), cuál es el camino que Dios quiere que usted tome. Permita que el Espíritu Santo le hable, no a través de «sentimientos», sino a través de la Palabra. Recuerde que nuestro corazón es engañoso. No se deje llevar por «corazonadas». Asegúrese de que sus decisiones están cimentadas en la eterna Palabra de Dios.
Tercero: Establezca prioridades familiares correctas.
A pesar de la falta de espacio para desarrollar este tema, conviene, por lo menos, dejar un bosquejo con los puntos principales. Recuerde que el Salmo 127 advierte que a menos que Dios edifique nuestras vidas, estamos trabajando en vano. El segundo versículo dice: «Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño». Coloque a Dios en primer lugar en su vida. No a la iglesia ni a las actividades. Su relación con Dios debe ser su prioridad número uno.
Luego de su relación con Dios está la relación con su cónyuge (Ef. 5:22, 25). Recuerde que usted se casó con su cónyuge y no con sus hijos (¡ni con el jefe de su trabajo!). Muchos problemas surgen cuando ignoramos la enseñanza bíblica de que debemos dejar a nuestra madre y a nuestro padre para unirnos a nuestra esposa o esposo como si fuéramos una sola carne.
En tercer lugar está la responsabilidad hacia sus niños (Ef. 6:4 y Dt. 6:6-9).
Finalmente, su responsabilidad hacia el trabajo (1 Ti. 5:8) y/o el ministerio (Col. 4:17 y 1 Ti. 3:2-5). Recuerde que si es ministro, pastor o líder, usted puede tener familia aunque su ministerio no ande bien; ¡pero no puede tener ministerio si su familia no anda bien! El ministrar efectivamente a nuestras familias es un requisito previo para poder ministrar en la obra del Señor. Las iglesias deberían exigir que sus pastores tomen días libres semanalmente y se vayan de vacaciones por lo menos una o dos veces al año.
Si usted es un trabajador, note que su esposa es número dos, sus niños (o niñas) número tres y el trabajo está en cuarto lugar. Si su esposa o sus niños están sufriendo a causa de su trabajo, ¿quién debe ceder? ¿a quién va a sacrificar?
No es fácil vivir de acuerdo a prioridades bíblicas. Puede que signifique tener que cambiar de actividad laboral, trabajar menos, recibir menos ingresos, poseer una casa más pequeña o manejar un auto más viejo. Pero si usted comienza a vivir con prioridades familiares correctas, si acepta la dirección de Dios para su vida y se convierte en un buen administrador de los bienes, el tiempo y las relaciones que El le ha encomendado, formará parte de una exclusiva minoría de hispanohablantes que puede decir, con alegría en sus ojos, que son libres ?no de las preocupaciones económicas diarias sino ¡de la esclavitud de las finanzas!
Ahhh… y una cosa más: la próxima vez, por favor, cierre la puerta despacito que la acabamos de aceitar…
Andrés Panasiuk es el fundador y actual director del Departamento Hispano de Conceptos Financieros Cristianos, una organización dedicada a la consejería y a la enseñanza de principios bíblicos sobre administración integral.