por Dr. Jaime Mirón
Parte 1
«Dios nos ha llamado a vivir vidas santas, no impuras»
(1 Tesalonicenses 4:7).
Hoy en día mucha gente, aun personas que dicen ser cristianas, viven como si Dios nos hubiera llamado a vivir vidas impuras. Estimulan los deseos sensuales, luego toman decisiones basadas en esos deseos y después alegan que es imposible superar la tentación sexual y, por ende, sufren las consecuencias. Algunos hasta culpan a Dios por no impedir su pecado.
De los centenares de personas que he aconsejado por correo electrónico sobre este tema, cito solo tres ejemplos:
«Soy un joven que se entregó a Cristo a los trece años de edad. Pasaron los años, pero mi vida siempre fue muy desequilibrada debido al pecado. Ahora tengo 22 años y siento en mi corazón el deseo de regresar a los caminos del Señor, pero hay algo en mí que me lo impide y me siento muy avergonzado. Mi debilidad es la fornicación con las mujeres. Además, tengo un problema con la pornografía ya que visito frecuentemente páginas pornográficas en Internet. No puedo escapar de esta atadura. Ayúdeme para poder librarme de eso y ser un cristiano activo».
La siguiente carta es de una chica que escribió después de haber asistido a un concierto cristiano.
«Jaime, le había pedido al Señor que durante esta conferencia pudiera conocer al hombre que Dios tenía para mi vida. El último día me senté al lado de un muchacho durante el concierto y la predicación. Intercambiamos teléfonos y al mes salimos, fuimos a la playa, cenamos, conversamos y finalmente tuvimos un encuentro sexual».
¡Ahora ella desea saber si este chico es el había esperado durante tanto tiempo y por quien le había estado pidiendo a Dios!
¿Cómo aconsejaríamos al siguiente joven que está agobiado por la vergüenza y desea dejar su pecado?
«La verdad es que me siento muy avergonzado por todo esto, pero necesito que me ayude con un consejo. Hace tres años, conocí a una chica mayor que yo y de repente empezamos a seducirnos telefónicamente. Luego, pasamos al manoseo. Pudimos dejarlo por un tiempo, pero seguimos en lo mismo. A escondidas, nos tocamos y hemos practicado sexo oral. Espero su respuesta para leerla juntos. Le propuse que nos casemos, pero ella me responde que en realidad ya no me ama lo suficiente. Fui yo el que la seduje y terminamos haciendo algo de lo que después nos arrepentimos. ¿Qué hago? Siento que tengo un llamado de Dios y en realidad deseo abandonar esta conducta, pero hago lo que no quiero hacer».
Las tres son situaciones típicas, y hay centenares de buenos jóvenes con buenas intenciones que caen en la fornicación o bien en la trampa de la pornografía. Existen muchos artículos y prédicas sobre el daño que produce la pornografía, incluso hay páginas electrónicas dedicadas al tema. (Una de las mejores es: purelifeministries.org. Hay una parte de esa página WEB, que se llama recursos en español que contiene artículos, preguntas y respuestas y hasta un libro para descargar).
Pero ¿qué podemos decir de los beneficios de mantenerse puro? Es mi deseo en este artículo resaltar los beneficios, las ventajas, los frutos y los resultados de la pureza moral.
Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que establecen lo que Dios desea para sus seguidores. Al leer estos pasajes es importante recordar que en la Biblia todos los mandatos se dirigen a nuestras debilidades y no a nuestros puntos fuertes. Por ejemplo, si fuera fácil vencer la impureza sexual, no habría necesidad de estos mandatos tan directos:
«La voluntad de Dios es que sean santos, entonces aléjense de todo pecado sexual» (1 Tesalonicenses 4:3).
«Huye de todo lo que estimule las pasiones juveniles [?]» (2 Timoteo 2:22).
«¡Huyan del pecado sexual!» (1 Corintios 6:18).
«[?] así que huye de todas esas maldades» (1 Timoteo 6:11).
La orden clara que se repite en los pasajes es «huir» y nos da la imagen de ¡dar la vuelta y salir corriendo! Pero ¿por qué el mandato no es de quedarnos y luchar, como leemos en Efesios 6:10-18? ¿Acaso no estamos en una guerra espiritual? ¿No somos guerreros valientes? La respuesta es que necesitamos entender la naturaleza de ciertos pecados.
Hay pecados dominantes
Existen ciertos pecados que son «dominantes», es decir que toman control de todo el ser. Algunos son: la pornografía y otros pecados sexuales, las drogas, el alcohol, el juego y, a veces, el enojo y los celos. Debido a esta característica insidiosa del pecado, encontramos los mandatos de «huir», «alejarnos», «quedarnos lejos» y «no pasar por allí».
Los pecados dominantes nunca se encuentran solos, no suceden en un vacío; sino que siempre están vinculados a otros pecados. Por ejemplo, antes de que una persona cometa un pecado sexual, lo hace en la mente numerosas veces y durante un tiempo extendido. La Biblia lo llama «lujuria» o «codicia sexual». Antes de que una persona cometa adulterio, se compromete a llevar una doble vida y ser mentiroso («Tuve que trabajar hasta tarde»; «Un compañero de trabajo usó mi teléfono, por eso los mensajes de texto»; «Él es solo un amigo»; etc.).
Acerca del pecado sexual, Pablo nos explica:
«[?] Ningún otro pecado afecta tanto el cuerpo como éste, porque la inmoralidad sexual es un pecado contra el propio cuerpo» (1 Corintios 6:18).
Todo pecado comienza en el ser interior, en el corazón y en la mente. Jesús dice:
«Pues de adentro, del corazón de la persona, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, el robo, el asesinato, el adulterio, la avaricia, la perversidad, el engaño, los deseos sensuales, la envidia, la calumnia, el orgullo y la necedad. Todas esas vilezas provienen de adentro; esas son las que los contaminan» (Marcos 7:21-23).
Sabiendo bien ese problema del ser humano, el libro de Proverbios advierte:
«Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida» (Proverbios 4:23).
El pecado sexual es placentero
Otro motivo por el cual que debemos «huir» es que el pecado sexual bien puede ser placentero. Tomen nota de lo que dice el libro de Hebreos: «[Moisés] Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los placeres momentáneos del pecado» (Hebreos 11:25). Dios hizo que el sexo fuera deleitable, pero dentro de los votos matrimoniales.
Siguen haciendo eco en mi mente las palabras de una chica cristiana soltera pero embarazada: «¿Cómo puede algo tan bello ser tan malo?». Hoy por hoy, está divorciada y es madre soltera.
El deseo sexual es muy fuerte
Hablemos con claridad, el deseo sexual es fuerte y, si lo alimentamos, ese deseo puede llegar a controlarnos. Semana tras semana escuchamos de los labios de jóvenes (y no tan jóvenes) que la tentación «puede más que yo». Dios explica el poder del pecado cuando le habla a Caín:
«[?] El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo» (Génesis 4:7).
La forma en que uno «domina» el pecado sexual es no estimularlo ni alimentarlo, andar en el poder del Espíritu Santo y huir de la tentación.
El ser humano es «seducible»
En cuarto lugar, debemos oír por qué somos capaces de ser seducidos. Aprendamos de los muchos consejos prácticos del libro de Proverbios. Prestemos atención especial a las palabras subrayadas. «Pues los labios de una mujer inmoral son tan dulces como la miel y su boca es más suave que el aceite» (Proverbios 5:3).
«[La corrección y la disciplina] te protegerán de la mujer inmoral, de la lengua suave de la mujer promiscua. No codicies su belleza; no dejes que sus miradas coquetas te seduzcan» (Proverbios 6:24-25).
Estos dos pasajes presentan el poder de la lengua y se refieren a los piropos y las adulaciones de una mujer seductora expresados hacia un hombre «seducible», es decir a alguien que pasa por un momento de necesidad sentimental. La persona se siente sola o piensa que su cónyuge no lo entiende o quizá sufrió un desengaño y, como resultado, es presa fácil para una seducción.
¡Ojo! La mujer es también vulnerable, en especial por lo que oye o lo que lee. Ella tiene una imaginación fértil y no hay nada mejor que una novela romántica para estimular dicha imaginación.
El hombre es especialmente estimulado por lo que ve, por eso la pornografía es una trampa a la espera de su presa. Nota que Proverbios 6:25 también menciona la belleza, lo que dejamos entrar por los ojos.
Finalmente el pasaje menciona las miradas coquetas, es decir el lenguaje corporal de la seductora. Hay sitios en Internet que se dedican al lenguaje corporal y cómo emplearlo para seducir a otra persona. ¿Por qué? Porque el lenguaje corporal comunica.
Cuando uno junta los tres ingredientes ?las adulaciones, la belleza y el lenguaje corporal? es fácil entender por qué el ser humano es capaz de ser seducido.
Cuando recibí a Cristo a los 16 años de edad, el pastor de jóvenes me hizo leer los primeros siete capítulos del libro de Proverbios. No tenemos el espacio suficiente para reproducir los siete capítulos pero vale la pena citar al menos lo siguiente:
«Mientras estaba junto a la ventana de mi casa, mirando a través de la cortina, vi a unos muchachos ingenuos; a uno en particular que le faltaba sentido común. Cruzaba la calle cercana a la casa de una mujer inmoral y se paseaba frente a su casa. Era la hora del crepúsculo, al anochecer, mientras caía la densa oscuridad. La mujer se le acercó, vestida de manera seductora y con corazón astuto. Era rebelde y descarada, de esas que nunca están conformes con quedarse en casa. Suele frecuentar las calles y los mercados, ofreciéndose en cada esquina. Lo rodeó con sus brazos y lo besó, y mirándolo con descaro le dijo: ?Acabo de hacer mis ofrendas de paz y de cumplir mis votos. [Es notable que ella sea religiosa. Estas cosas no pasan solamente en un contexto pagano]. ¡Tú eres precisamente al que estaba buscando! ¡Salí a encontrarte y aquí estás! Mi cama está tendida con hermosas colchas, con coloridas sábanas de lino egipcio. La he perfumado con mirra, áloes y canela. Ven, bebamos sin medida la copa del amor hasta el amanecer. Disfrutemos de nuestras caricias, ahora que mi esposo no está en casa. Se fue de viaje por mucho tiempo. Se llevó la cartera llena de dinero y no regresará hasta fin de mes?.
»Y así lo sedujo con sus dulces palabras y lo engatusó con sus halagos. Él la siguió de inmediato, como un buey que va al matadero. Era como un ciervo que cayó en la trampa, en espera de la flecha que le atravesaría el corazón. Era como un ave que vuela directo a la red, sin saber que le costará la vida» (Proverbios 7:6-23).
La tentación es casi omnipresente
A diferencia de mi juventud, hoy en día la tentación sexual es casi omnipresente, es decir está en todas partes. Cuando yo era joven, en la TV ni los casados dormían en la misma cama, no había Internet, no había números telefónicos a los que llamar y hablar de sexo (un amigo mío perdió su matrimonio debido a esos números); tampoco había películas aptas solo para mayores.
¿Cuál es la respuesta? ¿Cómo podemos vivir en este mundo y mantenernos puros en cuerpo y mente?
Una propuesta es el aislamiento. Pero no es esa la voluntad de Dios para los cristianos, pues Pablo dice: «Cuando les escribí anteriormente, les dije que no se relacionaran con personas que se entregan al pecado sexual; pero no me refería a los incrédulos que se entregan al pecado sexual o son avaros o estafadores o rinden culto a ídolos. Uno tendría que salir de este mundo para evitar gente como esa. Lo que quise decir es: no se relacionen con ninguno que afirma ser creyente y aun así se entrega al pecado sexual o es avaro o rinde culto a ídolos o insulta o es borracho o estafador. Ni siquiera coman con esa gente» (1 Corintios 5:9-11).
Para llevar una vida pura y mantener la pureza tenemos que:
Mirar el mundo con los ojos de Dios
Tenemos solo dos opciones, evaluar todo a través de los ojos de Dios o adoptar la óptica del mundo. Una definición de la sabiduría es: Mirar o enfocar la vida con los ojos de Dios. El contraste entre las dos opciones se encuentra en 1 Juan 2:15-17:
«No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece porque cuando aman al mundo, no tienen el amor del Padre en ustedes. Pues el mundo sólo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada vivirá para siempre».
No queremos que el mundo dicte cómo hemos de llevar nuestra vida, sino que nuestros deseos sigan lo que dice Dios. Por lo tanto, el primer paso para no apartarse de una vida pura es mirar la vida con los ojos de Dios.
Hace tiempo, durante una conferencia, un pastor de jóvenes me dijo: «Yo podría tener tantas mujeres como quisiera». Dio a entender que no las tiene porque es cristiano. Sin embargo, hay una gran falla en su cosmovisión. El cristiano ve la vida con los ojos de Dios, entiende los beneficios de la pureza y ni piensa en tener «tantas mujeres como quisiera».
Nos tocó a mi esposa y a mí aconsejar a una pareja pastoral donde la esposa del pastor se había enamorado de otro pastor porque «no había recibido suficiente cariño en la casa». Era una nueva obra y el pastor reconoció que dedicaba demasiado tiempo a la congregación y muy poco a su esposa. Dos matrimonios y dos iglesias corrieron peligro y varios hijos habrían quedado sin padre. Pasado un tiempo, le pregunté a mi esposa: «Si yo no te dedicara suficiente tiempo, ¿buscarías a otro?». Mi esposa me dijo en forma inmediata: «No te puedo contestar, porque ni pienso de esa manera. Me concentro en ti y eso es todo». Eso es ver la vida con los ojos de Dios.
«¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra» (Salmo 119:9).
Las citas bíblicas se tomaron de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2008, 2009, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.