por Steve Clark

El libro Hombre y mujer en Cristo de Steve Clark, es un estudio de largo alcance sobre los roles de cada sexo en las Escrituras y en la sociedad contemporánea. Uno de los temas de Clark es la importancia de que los roles de cada sexo sean diferentes para el desarrollo de la personalidad y el carácter humanos.
Paul Vitz, autor de Psicología como religión, escribió lo siguiente acerca de la obra de Clark: “Es muy importante notar que Clark aboga por roles sociales. El los ve como universales, necesarios y buenos en la medida en que estén expresados en la forma cristiana, prescripta por la Biblia. Desde que entré en el campo de la psicología (hace ya más de 20 años) ésta es la primera vez que he leído un argumento a favor de los roles sociales. ¡Muy refrescante!”
Clark examina las enseñanzas bíblicas acerca de la clase de carácter masculino y femenino que deberían producir y que requieren los roles genéricos. Aunque los hombres y las mujeres son llamados por igual a tomar la naturaleza de Dios en Cristo, las cualidades cristianas están estructuradas en forma algo distinta en los hombres y en las mujeres.
La siguiente condensación está tomada de la parte final del libro. Las secciones anteriores estudian: (1) la enseñanza bíblica sobre los roles del hombre y la mujer; (2) las diferencias psicológicas y antropológicas entre los sexos y (3) la crisis actual en cuanto a los roles de cada sexo. Clark analiza los problemas en la formación del carácter cristiano tanto en los hombres y como en las mujeres y saca conclusiones acerca de las soluciones pastorales.
El carácter cristiano se forma corrigiendo y fortaleciendo las líneas naturales de la personalidad, ya sea las individuales o las tendencias del género. El cristiano ideal básico que provee una guía que ayuda en este proceso es el carácter de Cristo. Todos los cristianos deben ser tiernos, humildes, valientes, con dominio propio. En realidad, la mayor parte de la exhortación e instrucción del Nuevo Testamento para la formación del carácter cristiano está dirigida a hombres y mujeres por igual. Pero también hay ideales para el hombre cristiano y la mujer cristiana, los cuales son algo distintos debido a sus diferentes roles y a que sus características sexuales los equipan mejor para algunas cosas que para otras.
La falta de masculinidad cristiana es un problema para dos tipos de hombres en especial: los socialmente perjudiciales y los feminizados. Los cristianos no identifican con tanta facilidad al hombre feminizado, alguien para quien es un problema la masculinidad cristiana. Esto es revelador en sí mismo. Los cristianos contemporáneos carecen a menudo de un ideal de carácter masculino, y no valoran algunos de los rasgos de carácter que debieran ser prominentes en el hombre, tales como: coraje, agresividad (“celo” en las Escrituras), y prontitud para liderar en las situaciones de las relaciones personales en las que uno sea la persona indicada para hacerlo. Con demasiada frecuencia, la imagen actual del carácter cristiano es femenina, y lo es al mejor estilo victoriano. El hecho es que muchos de los hombres de nuestra sociedad han sido feminizados en cierto grado, y ésto está ocurriendo cada vez más.
El término feminización, tal como es usado por muchos científicos sociales, no debe ser confundido con palabras tales como feminidad, afeminado y homosexualidad.
La feminidad es una cualidad natural de la mujer. Una mujer es femenina cuando tiene una apropiada personalidad de mujer, cuando su fuerza, seguridad e interés están expresados de una forma femenina.
El afeminado es el hombre que actúa como una mujer, cuya estructura psicológica es femenina. Generalmente revela una dificultad subyacente de adaptación psicosocial.
La homosexualidad se refiere a aquellas personas que se relacionan sexualmente con otras de su mismo sexo. A menudo se asocia la afeminación con la homosexualidad, pero éstas no siempre están juntas. Muchos homosexuales tienen una personalidad masculina (muchas veces es muy marcada), y muchos afeminados tienen deseos sexuales, predominantemente, por las mujeres.

Fuerte influencia femenina.
En la tendencia a rechazar el hecho de ser hombre y sin inclinación hacia la homosexualidad, las mujeres pueden haber influido tanto en él o puede haberse identificado con un mundo dominado por ellas, que muchos de sus rasgos e intereses sean más femeninos que masculinos.
Comparado con hombres que no han sido feminizados, pondrá mucho más énfasis y atención en lo que él y los demás sientan. Será mucho más delicado y manejará las situaciones con suavidad. Estará mucho más sujeto a la aprobación del grupo y en especial, a lo expresado emocionalmente (qué opinan los demás de él y de lo que él hace, cómo reaccionan).
A veces, tenderá a relacionarse preferentemente con las mujeres o con otros hombres feminizados y a veces tendrá problemas con un grupo en el cual sólo predominaran los hombres. Mostrará una tendencia a temer a las emociones de las mujeres. En su familia y en su trabajo, puede ser fácilmente controlado por la posibilidad de que las mujeres (su madre, esposa, compañera de trabajo) tengan una reacción emocional.
A veces mostrará una tendencia a idealizar a las mujeres y si es religioso, a ver en ellas al cristianismo ideal o la definición de lo que significa ser espiritual. Identificará la virtud cristiana con las características femeninas.

Un cambio histórico
A medida que avanza la sociedad tecnológica, el hombre tiende a pasar más y más tiempo en situaciones dominadas por mujeres. Los hombres tienden a tener más relaciones exitosas con las mujeres y menos con los hombres. El ambiente del hogar tiende a ser cada vez más dominado por la madre. En algunos países, los muchachos de 10 a 14 años ya comienzan a pasar su tiempo con una chica (relacionándose en forma erótica, pero a su vez, teniendo su primera relación amistosa con una muchacha). Este molde de compañerismo predominantemente femenino continúa para los hombres, ya que ellos pasan la mayor parte de su tiempo (en sociedad) con su esposa, y están poco con otros hombres.
Históricamente de este orden social: “Nuestros jóvenes son las primeras personas de las que se puede decir lo siguiente: si son hombres, existe una abrumadora posibilidad de que ellos, sus padres, hermanos, hijos y todos los hombres que conozcan, hayan sido criados bajo el directo dominio y supervisión de mujeres, desde su nacimiento hasta la madurez. No menos importante es el hecho de que sus madres, hermanas, novias, esposas y todas las mujeres con las que se hayan relacionado sólo lo hayan hecho con hombres criados de esta manera”.
“La mayoría de nosotros ni siquiera hemos notado este cambio, ni lo radical que ha sido. Ciertamente carecemos de un cuerpo de especulación sistemático sobre el cual se vea o se pueda ver, el significado de un cambio tan radical. Expresándolo en términos aún más dramáticos, ni siquiera sabemos si los seres humanos pueden ser criados de esta forma durante un largo período. Después de todo, hasta hace cincuenta años, ésto jamás había ocurrido en la historia del mundo, en una proporción substancial de algún pueblo (aunque sea por una generación). ”
“Esta revolución sexual se ha producido muy silenciosamente. Hasta ahora no se la ha asociado directamente con ningún nivel alto de violencia, a pesar de que no sabemos con si éstos cambios no tendrán alguna relación con los crecientes niveles de violencia que parecen caracterizar a las sociedades modernas. Si el cambio que he señalado ha tenido lugar en una escala similar a la que afirmo, nada resulta más improbable que pensar que.no tiene consecuencia alguna o que si la tiene, la consecuencia sería muy leve.”

Reacciones y caricaturas.
Algunos hombres responden a esta situación en formas socialmente destructivas, al imponer su masculinidad de una forma descontrolada o irresponsable. Otros aceptan este mundo social dominado por mujeres y se feminizan en mayor o menor grado. Este último proceso se acelera entre los cristianos contemporáneos debido a una enseñanza popular que sostiene que las emociones y las relaciones emocionales son, desde un punto de vista cristiano, lo más importante en la vida (enseñanza que es negativa para hombres y mujeres por igual).
La popular caricatura masculina del individualista impersonal, inexpresivo, sin emociones, rudo y que sólo piensa en sí mismo, no es el ideal del hombre cristiano. Los hombres tampoco deberían estar todo el tiempo tratando de probar que son hombres. Un hombre confiado debe ser capaz de hacer algo que es “para mujeres” sin titubeos, si él juzga que es correcto hacerlo. Pero al mismo tiempo es de gran importancia, tanto socialmente como en el ámbito cristiano, tener hombres de carácter masculino. La masculinidad equipa a los hombres para tomar la responsabilidad social de los grupos, para trabajar junto con otros hombres, para ejercer autoridad y disciplina sobre las personas, para impulsar a un grupo social a llegar a ser lo que debe ser, y para proteger al grupo de algún daño. Si los hombres de un grupo son feminizados, se debilita todo el grupo.

Agresividad/suavidad
El proceso de feminización afecta a hombres diferentes de maneras diferentes. Algunos hombres, feminizados toman características que, desde el punto de vista cristiano, son malas tanto para los hombres como para las mujeres, pero que caracterizan con más frecuencia a los grupos de mujeres o a los grupos dominados por las mujeres, que a los de hombres. A medida que son feminizados, algunos hombres se transforman en, por ejemplo: sentimentales, o muy sometidos a la aprobación social. La formación del carácter cristiano intentaría corregir estas características tanto en las mujeres como en los hombres.
Algunos hombres feminizados no tienen, necesariamente, éstos errores. En cambio, asumen una estructuración de su carácter que es más apropiada para las mujeres cristianas que para los hombres cristianos. Por ejemplo, un hombre feminizado puede tener un carácter en el cual los rasgos de delicadeza y sumisión sean más fuertes que los de agresividad y coraje. Las mujeres y los hombres cristianos deberían ser suaves y agresivos (apasionados). Y sin embargo, en las Escrituras se enfatizan la tranquilidad y la suavidad particularmente en las mujeres, y la agresividad y el coraje en los hombres. Se supone que los hombres responden con más agresión que las mujeres en situaciones sociales. Los hombres son, en general, más agresivos que delicados, lo opuesto cabe para las mujeres.
Esto no significa que las mujeres nunca deberían ser agresivas y que los hombres nunca deberían ser suaves, pero debería existir una cierta diferencia global en la forma en que los dos sexos expresan estos rasgos.

Formación
Hay dos áreas que son cruciales en la formación del carácter de los hombres y que deben ser tratadas con éxito. Estas áreas son de gran importancia, tanto en la crianza de los niños para que sean hombres cristianos como en la edificación de los nuevos cristianos jóvenes y ancianos, para la madurez cristiana.
La primera y principal área es la de formar a los hombres para que asuman responsabilidades sociales. Los hombres tienen una tendencia natural a evitar las responsabilidades sociales y a seguir, en cambio, una de estas dos direcciones: seguir el camino del auto engrandecimiento y la búsqueda del placer o, si están feminizados o intimidados por las mujeres en las situaciones sociales, apartarse y sólo asumir responsabilidades en áreas en las que están seguros de poder lograr algo.
Los hombres asumen responsabilidades sociales con naturalidad y con gran eficacia cuando:
(1) les resulta claro que la responsabilidad primordial por el bienestar de otros reside en ellos.
(2) los hombres relacionados con ellos los han disciplinado, desde chicos, a reconocer y asumir fielmente su responsabilidad.
La segunda área crucial para el desarrollo del carácter del hombre es la agresividad. Los hombres son y deberían ser naturalmente agresivos, a menos que en su niñez se les haya enseñado a tener miedo de lastimarse.
En lugar de ser un factor destructivo o perjudicial, esta natural agresividad de los hombres puede ser una de sus mayores contribuciones a la sociedad. Pero ellos necesitan ser entrenados para saber cuándo ser agresivos y cuándo no.
Este entrenamiento es provisto con gran eficacia por hombres mayores, a quienes los jóvenes puedan respetar.

Entre padre e hijo
La correcta estructura social es el factor clave en la formación del carácter del hombre. El componente primario de esta estructura es un contexto dentro del cual los hombres puedan formar relaciones fuertes con otros individuos masculinos y con un grupo de hombres. Los hombres alcanzan una sana identidad masculina principalmente, cuando se relacionan exitosamente con otros hombres.
Normalmente, la relación de un padre con su hijo es la más importante de estas relaciones. Un hombre joven debería, instintivamente, identificarse con su padre y tratar de ser como él. Si la relación padre-hijo es buena (si el padre no es indiferente o distante con su hijo y si no es rudo o cruel con él), el hijo recibirá una gran parte de su confianza personal e identidad como hombre de esa relación.
El padre de un joven debería actuar como nexo relacionante entre el joven y otros hombres, de modo que, bajo su patrocinio, el joven pueda tomar contacto con la sociedad de hombres adultos. Por supuesto que el rol del padre puede ser, y a menudo lo es, suplementado o reemplazado por otros hombres mayores (quizás un hermano mayor o un tío).
Un joven debería asimismo experimentar un sentido de responsabilidad compartida y de camaradería como parte de un grupo de hombres con los cuales se pueda identificar.
Debería agregarse aquí que la noción común de que el hombre es un individuo independiente y auto suficiente, es un mito de la sociedad individualista americana. En cambio, hay evidencias psicológicas y antropológicas que señalan que los hombres funcionan más naturalmente en grupos y que, en realidad, son menos individualistas que las mujeres en sus relaciones personales, a pesar de estar más preocupados por sus propios logros personales.

Un modelo claro del rol de los hombres.
Si los hombres han de desarrollar un carácter masculino, se les deberá asignar posiciones de responsabilidad social y un conjunto de tareas sociales reconocidas como masculinas. Por supuesto, esta afirmación es tan cierta para las mujeres como para los hombres. Cuando una persona puede observar un modelo claro funcionando en un rol que él o ella eventualmente tendrán que ocupar, la identificación con ese rol y el cambio personal resultan mucho más fáciles.
Sin embargo, el modelo correcto del rol es, en cierta forma, más importante para los hombres que para las mujeres. Los hombres de la sociedad moderna tienden a ser socialmente irresponsables, dejando la responsabilidad de la preocupación por el cuidado de la gente en manos de las mujeres. Los hombres jóvenes sólo desarrollarán un sentido de responsabilidad social cuando vean a los hombres mayores ejercitando esta responsabilidad por los demás.
El liderazgo del hombre en la familia y en la comunidad también tiende a contrarrestar la inclinación del hombre a dejar todo en manos de las mujeres, porque le permite identificar el cuidado de su familia y su comunidad con el logro personal, de forma tal que le crea un compromiso con su responsabilidad que, de otra forma, no tendría.
Finalmente, si los hombres han de desarrollar un carácter varonil, deberán ser liberados de la norma social dominante, que consiste en pasar la mayor parte de su tiempo con mujeres. Esta observación se aplica principalmente, sin lugar a dudas, a la sociedad occidental de este último tiempo. En la mayoría de las sociedades, aún en las culturas sexualmente permisivas, los hombres y las mujeres tienen poca tendencia a pasar la mayor parte de su tiempo juntos en parejas. Sin embargo, el modelo de los hombres relacionándose principalmente con las mujeres se está desarrollando en sectores cada vez más grandes de la sociedad occidental contemporánea. Este modelo pareciera tener el efecto de feminizar al hombre más que de masculinizar a la mujer.
El hecho de que haga estas observaciones no significa que piense que los hombres no deben tener nada que ver con las mujeres. Más bien, el punto está en que cuando el apoyo social de un hombre (o una mujer) está en un individuo del sexo opuesto, el efecto es dañino para el carácter de los individuos involucrados.

Machismo
Algunas culturas y medios se destacan por un problema especial que se da entre los hombres y que, en América Latina, es llamado machismo. El macho es el hombre socialmente destructivo, irresponsable con su familia y a menudo con su trabajo, demasiado seguro de su habilidad viril, especialmente en el área sexual. El machismo se ve frecuentemente acompañado por mucha violencia, alcoholismo u otra adición y crimen.
El término machismo se desarrolló en América Latina a causa de lo agudo del problema en varios sectores de la sociedad. Sin embargo, el problema también es agudo en otras sociedades y subgrupos. La cultura negra por ejemplo, fomenta un machismo similar.
El machismo es sólo la expresión de un problema social más amplio. A menudo no se advierte que en muchas agrupaciones sociales caracterizadas por el machismo, también hay gran número de afeminados, homosexuales y feminizados. Otra observación importante acerca de las sociedades en las que es común el machismo es que sus familias están generalmente dominadas por la madre. El padre está, con frecuencia, totalmente fuera del escenario.
El machismo, en pocas palabras, se desarrolla en grupos sociales caracterizados por la desorganización social. En una situación así, a menudo son los hombres los que manifiestan los peores efectos de los desórdenes de la cultura. Se encuentran con muy pocos modelos sólidos de masculinidad responsable y, a menudo, crecen bajo el dominio de las mujeres. Como resultado, generalmente se rebelan y se vuelven irresponsables, machos, o aceptan el dominio de las mujeres y son en cierta forma formados por ellas.
Con frecuencia, los cristianos de estas situaciones sociales tienden a trabajar principalmente con las mujeres ya que las encuentran más cooperadoras y dignas de confianza. Tienen la esperanza de que al fortalecer a las mujeres fortalecerán y “cristianizarán” al grupo social y por ende, superarán el problema gradualmente. En realidad sus esfuerzos son poco efectivos, ya que están confiando en que las mujeres formen a los hombres en una situación en la que el origen de la dificultad está en el fracaso de los hombres en formar a los hombres. Por lo tanto, confiar solamente en el ministerio femenil para alcanzar a los hombres es ahondar más en el problema. Este conflicto no podrá ser resuelto, a menos que los hombres sean alcanzados eficazmente y se les imparta una formación acerca de su responsabilidad social para con los demás hombres.

AYUDAS PARA EL ESTUDIO EN GRUPOS

Las siguientes preguntas han sido formuladas para ayudar al estudio del artículo de Clark en eventuales debates grupales:
* Si el Nuevo Testamento exhorta a la formación del carácter de Cristo, tanto en hombres como en mujeres, ¿se puede hablar de un carácter masculino o femenino? ¿Por qué?
* ¿Cuáles son algunos de los rasgos del carácter masculino que tienden a desvalorizarse y a perderse?
* ¿Cuáles son las principales diferencias entre un hombre feminizado y un homosexual?
* ¿Qué papel juega la mujer en la formación del carácter femenino en el hombre?
* ¿Qué características características tiene un hombre feminizado?
* ¿Cuáles son algunos de los cambios sociales que influyen en la formación del hombre feminizado?
* ¿Cuáles son dos de las formas de responder a esos cambios, por parte de los hombres?
* ¿Cuáles son algunas de las conductas de un hombre masculino?
* ¿Qué relación tiene la agresividad suavidad con el carácter masculino?
* ¿Cuáles son las dos áreas básicas en la formación del carácter masculino?
* ¿Cuáles son las dos direcciones para evitar responsabilidades sociales?
* ¿Cuáles son las motivaciones que llevan a los hombres a asumir las responsabilidades sociales?
* ¿Qué papel juega la relación padre hijo en la formación del carácter masculino?
* ¿En qué consiste el error que cometen muchos cristianos que tienden a trabajar principalmente con mujeres?
* Nuestra iglesia, nuestro grupo, como institución formativa de hombres y mujeres, ¿qué pasos debería comenzar a dar?
* ¿Por dónde deberíamos comenzar?
* ¿Por dónde continuar?
* ¿Qué otras soluciones deberíamos tener en cuenta?

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