Por su pastor (respuesta a Tomás, un empresario desanimado).

Querido Tomás:
Sé que son cargas pesadas las que tienes que soportar a diario cuando vas a trabajar, pero hay esperanza. Quiero darte una palabra de ánimo.
En primer lugar, debes considerar tu empleo desde la perspectiva bíblica. El empleo es una institución divina que tiene valor, tanto valor como el llamado de Dios a un ministerio (Gn. 1:26-28Ex. 20:91 Ts. 4:11). El trabajo diario es para dominar la tierra (Gn. 3:19), disciplinarnos, sostenernos (2 Ts. 2:10) y poder ayudar a otros (Hch. 20:33-35). El trabajo pone al hombre en la esfera de los no cristianos y le da la oportunidad de hablar de Cristo.
En conclusión, nuestro lugar está en el trabajo, y realizarlo es cumplir con la voluntad de Dios revelada para nuestras vidas. El problema es que muchos no lo aceptamos. Cuántas veces escuchamos decir: “Quisiera dedicarme al ministerio a tiempo completo”, pensando que es un llamado superior, que nos liberaremos de la presión del mundo, o que seremos menos mundanos, razonando que “el mundo” es el empleo. Lo que Jesús dijo al hombre de quien echó fuera demonios en Lucas 8, es un buen consejo: “Vuelve y predica”. El cristiano no debe simplemente tolerar el empleo ni sentirse mal por tener que trabajar secularmente, sino que debe “volver” y proclamar las Buenas Nuevas con su vida, con la calidad de su trabajo y luego con sus palabras, entendiendo que trabaja en el mismo empleo pero, lo que es mejor aun, con nuevos propósitos, con una nueva dirección, con un nuevo “jefe”. Si Dios quiere algún día sacar a una persona de su empleo para que se dedique plenamente al ministerio, lo hará. Sin embargo, lo único que cambiará será el oficio de tal persona, pues las tentaciones serán semejantes. Aunque parezca mentira, Tomás, el ministerio también está lleno de pruebas y tentaciones.
No hay nada mejor que ir a trabajar y cumplir con nuestras responsabilidades. Pablo aclara: “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tit. 3:14). Moisés expresa: “Tomó pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gn. 2:15). El trabajo es algo natural, parte del proceso creativo. Mira cómo lo expresa el salmista: “Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde” (104:23). Parte del plan de Dios para la humanidad es que el hombre vaya a trabajar y regrese a su hogar diariamente. Ese es nuestro lugar. Sin embargo, mientras tú y muchos otros trabajan arduamente, hay algunos que arduamente buscan cómo hacer para no trabajar, y eso es un problema. Desde la perspectiva bíblica no debemos tratar de huirle al trabajo pues ése es nuestro deber.
Sin embargo, si quieres tener satisfacción y victoria espiritual en tu trabajo¬ necesitas entender lo siguiente: 1) Nuestra sociedad, y en especial nuestros empleadores te declaran que tu trabajo define quién eres. En una conversación generalmente lo primero de lo que hablamos es del empleo. Sin embargo, el trabajo o la profesión sólo es una parte de nuestra identidad. El jefe que te dijo que tu trabajo era tu vida se equivocó: ¡Cristo es tu vida! Tú eres, como otros cristianos, “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro. 8:17). Somos hijos de Dios, discípulos de Cristo, real sacerdocio, peregrinos y extranjeros en esta tierra. 2) Tu empleo no es tu llamado ni tu propósito en la vida. Quizás esto contradiga las ideas de tu jefe o tu empresa. Toma nota de lo que el Nuevo Testamento dice acerca de nuestro llamado: “Para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9); “Para la obediencia a la fe” (Ro. l:5); “Llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Co. 1:9); “Llamados a ser de Jesucristo” (Ro. 1:6); “Echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado” (1 Ti. 6:12); “Llamados a ser santos” (Ro. 1:71 Co. 1:2); “A libertad fuisteis llamados” (Gá. 5:13); “Llamados en una misma esperanza” (Ef. 4:4); “A paz nos llamó Dios” (1 Co. 7:15); “Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados” (1 P. 2:20-21); “Dios, que os llamó a su reino y gloria” (1 Ts. 2:12); “A lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 2:14); “Y los que están con él son llamados y elegidos y fieles” (Ap.17:14). Ese es nuestro llamado.
En segundo lugar, nuestro trabajo nos permite compartir con otros. “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Ef. 4:28). Esto eleva el concepto de nuestro trabajo, que ya no es sólo para consumir o mantener a nuestra familia (1 Ti. 5:8). Nuestro empleo cobra gran valor si lo vemos como una oportunidad para dar.
Con respecto a que te para los ascensos y el progreso profesional, sé que eso pasa, que es injusto y está mal, pero no puedo asegurarte que va a cambiar. Sin embargo, para los empleadores es difícil encontrar personal honesto, trabajador, responsable, fiel y digno de confianza. Salomón nos recuerda: “Como frío de nieve en tiempo de la siega, así es el mensajero fiel a los que le envían, pues al alma de su señor da refrigerio” (Pr. 25:13). ¿Es tu intención dar refrigerio al alma de tu jefe? ¿Buscas agradarle? ¿Eres leal y confiable? Estas son las características que hablarán bien de tu vida cristiana.
Otra cosa que debes tener presente es que en tu vida no debe haber lugar para la crítica a tu jefe o a la empresa. La Escritura nos enseña: “Que a nadie difamen” (Tit. 3:2). Si te permites participar en los rumores que abundan en la oficina, eso no hablará bien de tu fe.
Es más, no robes, aunque sea algo tan simple como un bolígrafo o un minuto de trabajo, porque a la compañía le cuesta mucho dinero. Tito 2:9 10 explica: “Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador”. Onésimo era un siervo que le robaba a su amo. Huyó de él pero al encontrarse con el apóstol Pablo se convirtió en un cristiano verdadero. Entonces Pablo lo envió a su amo, Filemón: “El cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil” (Flm. 11). Nuestra conversión debe hacernos empleados fieles y deseables.
Además, nuestro trabajo gana el respeto de los no cristianos. Pablo dice: “Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada” (1 Ts. 4:11-12). No digo que el trabajo arduo y honesto te garantizará el ascenso automático en la escalera laboral. Quizás lleve tiempo. Mientras tanto tendrás la seguridad de que honras al Señor y puedes confiar en sus promesas: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1 P. 5:6).
Por último, a Dios le agrada nuestro trabajo. “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres” (Ef. 6:5-7).
Con relación al ambiente feo y las tentaciones que tienes que enfrentar diariamente, tengo varios consejos. En primer lugar, el hecho de que entras todos los días en el reino del enemigo hace resaltar la imperiosa necesidad de caminar cerca de Dios. No hay nada que pueda reemplazar tu propio tiempo con la Palabra de Dios, a solas y junto a tu querida esposa. Segundo, nunca debes minimizar la importancia de la comunión cristiana. Por algo el escritor de Hebreos exhorta: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más cuando veis que aquel día se acerca” (He. 10:24-25). Desde hace tiempo te hemos invitado a participar en el grupo de varones “TIEMPO FUERA PARA HOMBRES”. En ese grupo oramos los unos por los otros, nos animamos, nos exhortamos mutuamente y nos aconsejamos. Es hora de que asistas. La mayoría de los empresarios en la congregación forman parte de uno de esos grupos. Habrás notado que aun Pablo siempre andaba en equipo, es decir en comunión con otros fieles en la fe (Lucas, Timoteo, Bernabé, Silas, Marcos, entre otros).
Finalmente, con relación a la falta de seguridad de que tendrás tu empleo en el futuro, permíteme recordarte el amor, la protección y la santa voluntad de nuestro soberano Dios para nosotros. No puedo decirte qué pasará mañana, sin embargo, para los verdaderos cristianos todas las mañanas están en manos de Dios (Sal. 91:9-13; lee también Sal. 37 y Pr. 10:3). El Señor Jesús predicó un sermón sobre este tema y lo tenemos escrito en Mateo 6:25-34. Es notable que empieza y termina el mensaje con la misma frase “no os afanéis”.
Estoy consiente de que hay muchas pruebas, tentaciones e inseguridades en el mundo de los negocios. Por eso, Tomás, confiamos en Dios. Una vez más, déjame decirte que aun en un ambiente controlado por el enemigo ¡se puede confiar en nuestro Dios y tener la victoria!

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